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Victoria Carande Herrero: «A mi abuelo lo veo en su casa enseñándome las primeras nociones de alemán»

Hija de Bernardo Víctor Carande y nieta de Ramón Carande, es traductora en Luxemburgo y poeta

Victoria Carande Herrero Paulo Jorge Lobo

Félix Machuca

Hace unos días Victoria Carande Herrero presentó en La Carbonería su último poemario ‘Afectos y canciones’ (Ediciones Escondidas). Su infancia son los recuerdos de Capela y de los caserones de Sevilla.

Absurdo como un belga por soleares, canta Sabina en ‘Así estoy yo sin ti’. ¿Se sintió alguna vez así en Bruselas o en Luxemburgo trabajando en la Comisión Europea?

Absurda, nuca. Para mí es un trabajo con mucho sentido, fue mi primer empleo, y soy consciente de que participo en la construcción europea.

Usted que lleva en su alma las calles estrechas de la ciudad y los horizontes amplios de la finca Capela ¿no se ataca trabajando allá arriba?

No, no. Con el tiempo uno se adapta a cualquier cosa, llevo muchos años y, además, Luxemburgo tiene calles estrechas y horizontes espectaculares. Lo llevo en el alma sin necesidad de olvidar mis raíces.

Le cayeron muchas horas de trabajo con lo de las vacas locas. ¿Qué tenía que traducir?

Pequeñitas cosas. La Comisión es la institución que propone las leyes. Y cada vez que hay una crisis, hay que dictar pequeñas reglas para un montón de tareas puntuales. Eso fueron muchas horas. Pero me llena sentirme útil.

Y ahora con la pandemia, imagino que, igualmente, habrá quemado muchas energías. ¿Con algún tema especial?

El tema de acceso a las vacunas ha ocupado mucho a las instituciones europeas. La Comisión estaba muy preocupada por proteger el acceso a las vacunas. Ahora nos come el tiempo los fondos para paliar la crisis. Hay trabajo de sobra.

¿Cómo sentó en Bruselas la falta de vacunas…?

No solo era una cuestión de que las vacunas no llegaran a los europeos. También lo fue que no había viales para atender los compromisos solidarios. No fueron días fáciles.

Su apellido en Sevilla evoca dos personalidades sobresalientes. La de su abuelo y la de su padre. ¿Dónde los ve en su callejero sentimental hispalense?

A mi abuelo lo veo en su casa de la calle Álvarez Quintero enseñándome las primeras nociones de alemán en su despacho. Y a mi padre en la Maestranza.

¿Lo de escribir le viene por vía paterna?

Sí, sí. Y de mi madre heredé otros talentos, como la empatía y no tener miedo.

Su padre fue un gran cronista y fotógrafo taurino, además de un narrador sobresaliente y un dibujante consumado. ¿Le gustan los toros o está al lado de los animalistas?

Tengo el corazón partido. Pero como vivo en el Benelux no tengo que pronunciarme urgentemente.

¿Qué le dejó en el almario para su poesía estos dos sitios: Capela y el barrio de Santa Cruz?

Capela es la libertad y la naturaleza. Y Sevilla, Santa Cruz y el Arenal, es la luz.

Me cuentan que a usted le gusta sentirse de muchos sitios como huyendo de que alguno la secuestre. No la veo muy nacionalista…

Soy oportunista en el buen sentido. Me siento pertenecer al lugar en que me encuentro y soy feliz.

Como cantaba Facundo Cabral: no soy de aquí, ni soy de allá…

Yo te diría que soy de aquí y soy de allá.

Pero parece que la poesía es su patria. Una patria que tiene mucho que ver con Capela y con el paso del tiempo. ¿Voy bien?

Sí. El paso del tiempo tiene dos significados: el que se va para no volver que genera nostalgia. Y el otro es el paso del tiempo del calendario, que significa el cambio y el renacimiento continuo. De este tiempo me inspira el renacer, la vuelta de la vida.

Su tercer libro de poemas se titula ‘Afectos y canciones’. A ver si es capaz de promocionarlo.

Es un calendario sentimental, construido con amor y música, los dos materiales con lo que edifico el libro. Ahí aparece el mirlo y su esencia, el mar y sus metáforas, la sensualidad y el miedo. Yo creo que es un libro que me refleja. Me alimento mucho de nostalgia, pero soy optimista.

Comenzó a escribir para sus amigos en Facebook. Todas las semanas les dejaba un poema. Y funcionó.

Y lo sigo haciendo. Funciona porque me permite tener respuestas, interactuar con muchas personas.

Muchas personas dejan poemas y reflexiones en las redes como los náufragos mensajes en una botella. Algunos buscan que los quieran más. García Márquez decía que esa era la razón última por la que escribía. ¿Es su caso?

Sí, escribo para que me quieran. Y para conocer a los lectores y que me conozcan.

¿Con qué poema suyo hubieran brindado su abuelo y su padre?

Con Tilo, de mi último libro. Es un árbol al que no fue ajeno mi abuelo.

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