Educación

El Trébol, adiós a algo más que una guardería para Sevilla

La escuela infantil de la avenida de la Cruz del Campo cierra tras 51 años cuidando a varias generaciones de niños

Esperanza Planas y María Jesús Salado en el Trébol Rocío Ruz

Mercedes Benítez

El Trébol echó el cierre el viernes después de 51 años. La vieja escuela infantil de la avenida de la Cruz del Campo ya no escuchará más las risas de los niños que han pasado por allí desde el año 1968. Esperanza Planas y María Jesús Salado , las dos profesoras que la regentaban, andan ahora desmontando el enorme chalet que tantos recuerdos trae para cientos de niños que pasaron por esas aulas, una segunda casa para los pequeños.

El centro, fundado por Carmen Jiménez-Carlés, Teresa Alvear y Blanca Medina , pasó a manos de Planas y Salado en 1993, cuando estas dos maestras que ahora se jubilan llevaban años trabajando y estaban en su plenitud profesional. Ahora tienen una mezcla de sentimientos: orgullo por haber cuidado a aquellos pequeños, «sus niños», y nostalgia de lo que dejan atrás.

Sentadas en su antiguo despacho, estas veteranas maestras no paran de contar anécdotas. «Me acabo de encontrar a un abuelo . Me ha dicho que ha tenido que engañar a sus nietos y decirles que sólo es un traslado, no un cierre», comentaba. La realidad es mas cruda. Los tiempos se llevan por delante este centro, cuyos niños serán escolarizados en el CEIP Martín de Gaínza, mientras el personal busca salidas en otros colegios.

Las causas

El Trébol cierra por una mezcla de factores: porque sus responsables se han hecho mayores, porque la bajada de la natalidad ha hecho disminuir el número de niños e incluso provocó que tuvieran que agrupar a niños de 4 y 5 años en una clase. Y también por el cambio de modelo. Acogían a niños hasta 5 años pero los que hacían el segundo ciclo de Infantil tenían más dificultades para encontrar colegio en Primaria ya que la mayoría de las plazas estaban ocupadas por los que llevaban desde los tres años.

Y también porque las propietarias han decidido vender . Pese a que una joven profesora estaba interesada en acometer una amplia reforma del chalet y seguir adelante, no ha podido ser.

Una clase de la vieja escuela Rocío Ruz

Por eso, para estas dos maestras que han pasado 44 años entre esos muros no es fácil desmontar la vieja escuela. Pupitres, pequeñas sillas, ropita infantil, lapices... todo se amontona en las viejas aulas de techos altos. Fotos de distintas generaciones de niños, orlas de graduaciones o viejos dibujos. La huella de los pequeños sigue en todas las aulas, las de abajo y las de arriba. Pero también en el viejo y coqueto comedor del sótano donde una cocinera elaboraba cada día comida casera. «Cuando venía la inspectora de Sanidad nos decía que se notaba que esto era otra cosa. Y lo bien que olían nuestras albóndigas», recuerda.

Las maestras

Hablan también de Manolo, e l viejo chófer que llevaba y traía a los niños durante casi treinta años o recuerdan las horas de conversación entre las maestras a la hora de comer. Como las que tenían con una de ellas, Mercedes Jiménez-Carlés, que además de ser sobrina de la fundadora, fue alumna y profesora del centro. Mercedes estuvo allí siendo muy pequeña. Luego trabajó como profesora en el Trébol y llevó a sus hijas al mismo centro. Por eso Jiménez-Carlés, que hoy es psicóloga y profesora en otro colegio, también amontona muchas de esas viejas fotos .

Eran otros tiempos. Unos tiempos en los que María Jesús Planas recibía a los padres en su despacho con un pequeño sentado en sus rodillas. O, a veces les acariciaba el pelo mientras leían un cuento en clase, algo inconcebible hoy en una guardería. «Es que a nosotros siempre nos han gustado los bebés», explica, recordando también aquellas antiguas clases con 38 niños (ahora sólo pueden estar veinte) en las que enseñaban de todo.

Era un centro en el que todos se conocían y en el que casi todos los años se repetían los mismos apellidos, de las familias de «toda la vida». Ha habido abuelos, hijos y nietos. La mayoría han pasado por las clases de María Jesús y Esperanza.

Aunque a partir de ahora sólo quede el recuerdo, la vieja escuela infantil fue pionera en muchas cosas . Desde el principio fueron clases mixtas (de niños y niñas).También fueron de las primeras en ofrecer comedor en la escuela con su cocina propia. Y también innovaron en no hacer diferencias por sexo. De los babis rosas para los niñas y azules para los niños pasaron a los unisex, todos de color verde.

El viejo material se amontona. Han donado muchos enseres , otros se los han llevado y otros están a la venta en «wallapop». En la pizarra sigue apuntada una fecha: viernes 21 de junio de 2019, uno de los últimos días que hubo clase. Nadie lo ha borrado .

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