500 aniversario primera circunnavegación

Primera vuelta al mundo: Recalan en Brasil

Primera vuelta al mundo es una serie de artículos en la que el marino Ignacio Fernández Vial recrea cada sábado el viaje de Magallanes y Elcano

Parte del recorrido del viaje de Magallanes y Elcano ABC

Ignacio Fernández Vial

Superado el primer temporal en el Atlántico por los barcos de la Armada de la Especiería , la climatología les presenta de nuevo otra desagradable sorpresa. Estando a la altura del golfo de Guinea, a finales de octubre de 1518, los cinco barcos se encuentran metidos de lleno en unas calmas desesperantes, que les mantuvo sobre una mar muerta, según el cronista Antonio de Herrera , durante 20 días en los que «no anduvieron tres leguas de camino». Datos que significan un andar de 10 millas (18,52 km.) aproximadamente a una velocidad media de 0.02 nudos, y aunque cuesta trabajo creerlo, Herrera lo especifica muy claramente.

Para matar el tedio y de paso cambiar la monotonía de la dieta, los hombres de a bordo se dedicaron a pescar. Pigafetta nos cuenta «durante los días serenos y calmosos, unos peces grandes a los que llaman tiburones nadaban cerca de nuestro navío... pescamos muchos con anzuelos de hierro, pero los grandes no son del todo comestibles, y los pequeños no valen gran cosa».

Entre el equipamiento de los barcos se embarcaron algunos objetos para entretenimiento de la tripulación, para situaciones como ésta en las que se encontraron atrapados en desesperantes calmas. Durante el apresto de la armada, la Casa de la Contratación había gastado 2.895 maravedís en «cinco tambores y 20 panderos». Tener a los hombres ociosos y aburridos durante tantos días, era caldo de cultivo para provocar el desánimo y el descontento, que podría acabar en tensiones, enfrentamientos y asonadas, pero en los barcos existían pocas opciones para el ocio y la distracción, e incluso jugar a las cartas estaba expresamente prohibido «porque de lo semejante se suele recrecer daño y escándalo y enojos, y nos es servicio de Dios que lo semejante consintáis».

Ante esta larga y tediosa calma, Magallanes no ve claro cuándo podrá arribar a las costas del Brasil, por lo que toma la decisión de racionar los alimentos y el agua potable. Para ello, ordena a sus despenseros que repartan por hombre media «azumbre» de vino al día (1 litro aproximadamente), tres «cuartillos» de agua (1,5 litros) y «libra y media» de pan (690 gramos). Escasa ración para la dura vida de estos tripulantes, pero eran hombres acostumbrados a las penurias de la vida en la mar, que aceptan la medida sin mediar palabra. Sin lugar a dudas, mucho más les preocuparía que se les agotaran los víveres en medio del océano, por lo que ven lógico tener que alimentarse con viandas tan escasas. Pero una cosa no entendían muchos de los tripulantes, sobre todos aquellos que nunca antes habían cruzado el océano, y era cómo en la primera gran travesía ya se les reduce su alimentación diaria, cuando al cruzar la barra del Guadalquivir se les había dicho que llevaban bastimentos para dos años de navegación.

Durante las encalmadas que padecen en el golfo de Guinea, de nuevo se producen enfrentamientos entre Magallanes y Juan de Cartagena . El contador Juan López de Recalde nos cuenta así el incidente: «Parece ser que en este tiempo, andando con calmerías en la dicha costa de Guinea, saludó una noche el dicho Cartagena desde su nao, con un marinero al dicho capitán Magallanes, diciendo «Dios os salve señor capitán y maestre, e buena compañía, y no agradó al dicho Magallanes la dicha salva, e mandó a Esteban Gómez , piloto que llevaba en su nao, que dijese a Elorriaga, maestre de la dicha nao San Antonio, que dijese al dicho Juan de Cartagena que no le saludase de aquella manera salvo llamándole capitán general. Cartagena le respondió que con el mejor marinero de la nao le había saludado y que quizás otro día le saludaría con un paje, y dice que desde en tres días no lo tornó a saludar».

En plena calma ecuatorial, el capitán de la Victoria, Luis de Mendoza , comunica a Magallanes que el maestre de su nao ha sido sorprendido queriendo cometer el pecado de contra natura con un grumete, falta considerada como muy grave dentro de la tradición marinera en la época. Magallanes inmediatamente condenarlos a prisión y acto seguido, aprovechando la ausencia total de viento, pide a los capitanes de las naos que se trasladen a bordo de la capitana para parlamentar. Al pisar Cartagena la cubierta de esta nao, cruza de nuevo duras palabras con Magallanes, que arrojándose sobre él y tomándole del pecho le grita «sed preso». Cartagena, sorprendido, exhorta al resto de los capitanes para que detengan a Magallanes, pero sin éxito, por lo que queda cautivo perdiendo toda la autoridad que se le había entregado en Sevilla. Los demás capitanes piden a Magallanes que les entregue al preso, que finalmente fue enviado a la Victoria y quedo detenido bajo la custodia de su capitán, Luis de Mendoza

Una vez dejado el golfo de Guinea y de haber superados los malos tiempos y las calmas más absolutas, las cinco naos recorren un plácido camino hacia el continente sudamericano. Los vientos alisios del Este, que se mantienen firmes a lo largo de casi todo el año, les permiten navegar con todas las velas desplegadas y recibir una cómoda mar de popa.

Leemos en el Derrotero del cronista Francisco Albo : «Martes a 29 días del mes noviembre comencé a tomar el altura del sol yendo en demanda del dicho viaje y estando en el paraje del cabo de San Agustín, en altura de siete grados de la parte del Sur y apartados del dicho cabo cosa de 27 leguas al sudoeste». El mismo cronista cuenta que el «jueves del 8 del dicho (diciembre), vino a ser nuestra altura 19 grados 59 minutos, y el camino fue al Sudoeste y allí sondamos y hallamos fondo de 10 brazas, y este día vimos tierras planas». Según las situaciones que nos va dando Albo, esas «tierras planas» las hacemos coincidir con algunas de las playas que extienden en el litoral brasileño encerrado entre las bahías de Nova Almeida y Vitoria. Habían llegado al continente americano y superado la travesía del Atlántico.

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