30 años del ingreso de la mujer

«El primer día que salí con el uniforme de la Guardia Civil era una atracción de feria»

La teniente Francisca Puerto, destinada en la Compañía de La Rinconada, formó parte de la primera promoción femenina

La teniente Francisca Puerto es una de las 107 mujeres que conforman la plantilla femenina en Sevilla ABC

Silvia Tubio

Hace 30 años ingresaron en las academias de la Guardia Civil de Úbeda y Baeza las primeras mujeres que iban a vestir el uniforme de la Benemérita. Un Real Decreto de 1988 les había abierto las puertas de las Fuerzas Armadas y de la Benemérita . Más de 2.000 aspirantes lo intentaron en la primera prueba y al final aprobaron 197, que pasaron a ser pioneras en un mundo de hombres.

De esa primera promoción forma parte la teniente Francisca Puerto , la segunda en el mando de la Compañía de La Rinconada , que comprende 13 puestos repartidos por la zona noroeste de la provincia. Esta sevillana de nacimiento, aunque criada entre cuarteles de Aragón y la Mancha, es hoy un referente para otras compañeras porque a sus 49 años sigue con una trayectoria ascendente . Le queda apenas un año para alcanzar el puesto de capitán y no se pone límites para seguir subiendo en su categoría de oficial, integrada mayoritariamente por hombres (un 96%). «Me encantaría ver algún día a una mujer coronel, a una jefa de Comandancia. No porque vaya a haber un cambio radical en la forma de gestionar el mando, pero creo que esa visibilización animaría a las chicas a incorporarse».

Lo cierto es que 30 años después de aquella primera promoción , la presencia de la mujer en el Instituto Armado es aún muy minoritaria , ya que ni siquiera alcanza el 10% de la plantilla. Según datos de la Guardia Civil, en agosto había 76.264 miembros del Cuerpo. De ellos, más de 70.000 son hombres y unas cinco mil son mujeres. Las que ostentan los rangos más altos son dos tenientes coroneles y 17 comandantes.

107 en Sevilla, el 7% de la plantilla

A nivel provincial, las mujeres que visten el uniforme verde son 107, de una dotación de 2.600 efectivos; lo que supone un 7%. Puerto no tiene claro por qué la Benemérita no termina de seducir a las mujeres. «Creo que muchas siguen viendo este oficio como algo de hombres. Pero no sé, haría falta un estudio en serio para conocer las verdaderas razones».

Un grupo de mujeres guardias civiles en un acto en Eritaña, Sevilla Raúl Doblado

La de ella, como la de muchas mujeres que ingresaron hace 30, es la historia de una tradición familiar . Hija y hermana del Cuerpo, a nadie le extrañó cuando salió la convocatoria y dijo en su casa que quería también vestir el uniforme. «Yo me crié en la comandancia de Ciudad Real . Estaba acostumbrada a este ambiente y mi padre estaba encantado con la idea». A Francisca le llegó la oportunidad «en el momento idóneo», con los 18 años recién cumplidos y sin haber iniciado ninguna carrera a la que tuviera que renunciar. De sus meses de formación en Baeza recuerda el fuerte sentimiento de camaradería que se forjó entre aquellas precursoras. «Muchas éramos muy jovencitas y eso une».

«Hubo improvisación en la intendencia, en dónde ubicarnos o en la uniformidad. Al inicio teníamos que salir de servicio con falda y tacones. Algo muy poco factible»

La novedad de unas aulas llenas de hombres y mujeres suscitó situaciones que algunos no sabían cómo abordar. Se ríe la teniente al describir a aquellos profesores que cedían el paso a sus alumnas al entrar en una estancia, cuando la norma establece que esa deferencia se tiene con el rango superior. «Hubo mucha improvisación en cuanto a la intendencia, donde ubicarnos, la uniformidad».

En su primer destino, en el cuartel de Miami Playa, en Montroig (Tarragona), tuvo un sargento que le facilitó sus primeros pasos. «Teníamos que salir de servicio con falda. Por suerte me autorizaron a usar la uniformidad de campaña porque trabajar con tacones no es muy factible». A pesar de esquivar la falda no pudo hacer los mismo con las miradas la primera vez que vistió el uniforme en público. «Era como una atracción de feria. Todo el mundo se paraba a mirarme y se decían: mira, mira una mujer guardia».

Voluntaria al País Vasco

En 1991, con sólo tres años en el Instituto Armado, pidió una vacante en San Sebastián . No solicitó destino en el País Vasco para obtener preferencia en futuras convocatorias y acercarse a su provincia de origen, como hacían muchos guardias andaluces en los años de plomo de ETA , cuando trabajar allí suponía sobrevivir a cada día. Francisca Puerto ansiaba entrar en el Servicio de Información y allí necesitaban mujeres urgentemente. «Igual que se improvisó en otros asuntos, en Información nos estaban esperando con los brazos abiertos». Los operativos de seguimiento e infiltración en entornos abertzales se beneficiaron de la llegada de mujeres, como la teniente Puerto, porque las posibilidades para camuflarse se ampliaron. «Durante un tiempo se le llevó la delantera a la banda terrorista, hasta que se dieron cuenta» que también había chicas guardias que simulaban ser otra cosa.

Fueron los años más felices profesionalmente para esta agente, pero también los más duros. De inmediato le viene a la cabeza el estruendo que provocó la bomba colocada en 1991 en la casa cuartel de Irún.

El Servicio de Información se nutrió de mujeres como esta teniente en momentos duros de la banda terrorista ETA, mejorando su capacidad operativa para ir minando a la organización criminal

21 años después de aquello abandonó el Servicio de Información donde el interés ya había girado de ETA al terrorismo yihadista para entrar en Seguridad Ciudadana. Tres décadas en el Cuerpo Benemérito en las que afirma que nunca se ha sentido discriminada por la institución: «Otra cosa son las actitudes de compañeros machistas . De eso he tenido que soportar unas cuantas, bastantes, pero son problemas individuales». Al mirar al futuro admite que queda mucho por hacer en materias que antes de llegar las mujeres ni siquiera se mencionaban en los cuarteles, como la conciliación: «El problema no está sólo en la Guardia Civil, es que el sistema español es poco flexible. Deberíamos ser más ingeniosos y creativos a la hora de abordar el trabajo».

Esta teniente no está casada ni tiene hijos, pero no siente haber tenido que renunciar a cambio de progresar profesionalmente. «Tengo otras compañeras que sí tienen hijos y han conseguido ascender, pero sin duda que lo han tenido más difícil . Sería estupendo que llegaran madres guardias civiles a lo más alto. Eso demostraría que es posible compatibilizar ambos papeles y que no se tiene que renunciar si no se quiere».

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