«Maquillar y restaurar cadáveres no es tan macabro como se piensa»

Lola Parrilla y María Jiménez, tanatoprácticas y tanatoestéticas, preparan a los muertos para los velatorios

Lola Parrilla y María Jiménez, tanatoprácticas y tanatoestéticas en el Tanatorio de Nervión ABC

M. J. PEREIRA

Los sumerios, los egipcios, los romanos... preparaban los cadáveres, los perfumaban y los vestían con sus mejores galas para que los amigos y familiares pudieran verlos y despedirse de ellos. Hoy continúa haciéndose y esa labor está en manos de tanatoprácticos, que se ocupan de la restauración y conservación del cadáver, y tanatoestéticos, que maquillan y peinan a los fallecidos para los velatorios. Estos profesionales realizan una labor que no todo el mundo está dispuesto a realizar y por la que reciben unos 1.700 euros al mes. Una gran fortaleza psíquica y mucho temple son algunas de las características que deben tener profesionales como María Jiménez Cabanillas o Lola Parrilla, quienes afirman que su carrera es muy vocacional.

Lola Parrilla Pérez tiene 49 años y ejerce desde febrero de este año como tanatopráctica y tanatoestética en el Tanatorio de Nervión, en la avenida de Montes Sierra. Allí, esta sevillana asea, tapona orificios del fallecido, maquilla, peina, perfuma y viste a los fallecidos con toda la profesionalidad que requiere un trabajo de esta índole. ¿Cómo llegó Lola a una profesión que genera rechazo en muchas personas? «Desde pequeña sentía curiosidad por los muertos. Lo primero que hacía cuando leía en el ABC era leer las esquelas. En 2012 hice cursos con prácticas en Madrid de tanatopraxia y tanatoestética», manifiesta Lola.

Lola Parrilla hizo los cursillos de tanatopraxia y tanatoestética en Madrid y Sevilla ABC

«La muerte, aunque es algo doloroso, se ha tratado en mi familia siempre como algo natural. De hecho, desde pequeños -manifiesta- estábamos acostumbrados a ir a los velatorios y ver los cadáveres». Cuando alguien le pregunta a qué se dedica, Lola lo dice con toda naturalidad, aunque reconoce que «es un tema que genera más yuyu que morbo».

Aunque se dice que esta es una profesión en la que no hay paro, Lola Parrilla lo desmiente. «Yo no conseguí trabajo en el sector hasta febrero de 2017 porque es un mundo un poco cerrado», añade esta tanatoestética, quien asegura que «no me impresionó ocuparme por primera vez de un cadáver para prepararlo para el velatorio porque ya lo había hecho en las prácticas». Admite que impresiona más cuando se tiene que preparar a jóvenes y niños fallecidos. «Es un mal trago cuando tratas con sus familiares en unos momentos tan duros», admite esta sevillana.

«Para llevarse un buen recuerdo, los familiares de los muertos me piden que parezca que están dormidos»

Las familias suelen pedir a Lola que los fallecidos «queden lo más natural posible tras ser maquillados y que parezcan que están dormidos porque quieren llevarse un buen recuerdo. Hay que ser muy profesional en este trabajo y tener un gran respeto por el fallecido porque sigue siendo persona. Me reconforta cuando los familiares me agradecen con un abrazo o un beso el trabajo que he hecho».

De auxiliar administrativa al tanatorio

María Jiménez Cabanillas tiene 58 años y llegó a la profesión tras quedar viuda hace ocho años. «Yo había estudiado auxiliar administrativo y trabajaba como apoderada en la empresa familiar de construcción y derribos. Con 50 años me quedé viuda y decidí hacer los cursillos de tanatopraxia y tanatoestética en Madrid y Sevilla porque -confiesa- nunca he tenido miedo a los muertos y por desgracia he tenido que ver muchos en mi familia, desde mis abuelos, padres e incluso un sobrino».

Comenzó trabajando en tanatorios de pueblos (Pilas, Coria, Santiponce...) hasta que llegó al de Nervión. «Cuando trabajo, trato al cadáver como si fuera un familiar mío. Intento maquillarlo y peinarlo para que parezca que está dormido. Se les maquilla como se haría como un vivo, usando crema hidrante, base, vaselina o polvos translucidos. Puedo decir con satisfacción que de cada 100 servicios que presto, el 97% de las familias me dan las gracias personalmente porque quedan muy contentos. Lo mejor que te pueden decir es que su el cuerpo no parecía que estuviera muerto».

María Jiménez Cabanillas conserva, asea, maquilla y perfuma cadáveres desde hace ocho años ABC

«A los familiares se les pregunta si quieren que el cadáver se vele con la tapa del ataúd abierta o cerrada. El 70% dice que abierta», confirma María, quien admite que «aunque no le impresiona ver a un muerto, somos humanos y he llegado a llorar en un servicio cuando he visto a los padres de un joven fallecido».

«Esta profesión no es tan macabra como se piensa. Yo lo veo como una labor social o humanitaria . Yo hablo con toda naturalidad de mi profesión porque hago mi trabajo muy a gusto y con mucho cariño. Es un trabajo como otro cualquiera. Tiene que haber gente que lo haga», cuenta María Jiménez Cabanillas, quien dice que en Sevilla no es frecuente la reconstrucción de cadáveres cuando se trata de personas que han fallecido de forma violenta o en accidentes. «Nunca me lo han pedido porque cuando se producen esas circunstancias normalmente hay autopsia y los familiares no quieren ni ver a los fallecidos. Normalmente se tarda una hora en arreglarlos, pero si vienen de una autopsia puedo necesitar hasta 2,30 horas para dejarlos bien».

«Aunque se dice que es una profesion sin paro, entre los tanatoprácticos y tanatoestéticos hay desempleo»

Aunque no se crea, esta es una profesión de riesgo donde la prevención de riesgos laborales es vital . «Cuando se trata de personas fallecidas por Sida, tuberculosis o cualquier otra enfermedad contagiosa se avisa a los tanatoprácticos y tanatoestéticos para que eviten pincharse o cortarse con instrumental. Hay familiares que en estos casos prefieren que no se prepare el cadáver por riesgo de contagio», indica María.

¿Qué piden los familiares a los tanatoestéticos? «Nada raro -contesta-. Una hermana te puede pedir que le pintes los ojos de azul y los labios de rojo porque en vida siempre lo hacía así. Hay quien nos solicita que le pongamos al cadáver la bufanda del Sevilla. En el caso de gitanos, algunos te piden que entierres a sus seres queridos con joyas o con un bastón si se trata de una persona mayor», explica María, quien coincide con Lola en que «en la profesión también hay paro. De hecho, cuando me ven por la calle con el uniforme del tanatorio siempre hay alguien que me dice que tiene el curso de tanatopractor o tanatoestética y que busca trabajo en el sector».

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación