EL RINCÓN DE---

Maite Béjar Rodríguez: «Me he encontrado con muchas restauraciones como la del Ecce Homo de Borja»

Acaba de terminar la restauración del Esquivel de la Caridad y estuvo a cargo del cuidado de la colección privada de Carmen Laffón; estudió en Florencia y trabajó en obras pictóricas de referencias; lamenta que Sevilla no considere su cerámica

Maite Béjar Rodríguez Rocío Ruz

Félix Machuca

Imagino que se le hará un nudo en la garganta cuando ve en los polveros la cerámica trianera del XIX.

Sí, no solamente me pone un nudo en la garganta, sino que me pone de un humor de perros.

Y esos diseños extraordinarios de Enrique Orce arrinconados hasta que se los lleva un guiri para su casa en Marbella…

O se quedan ocultos en una caja en un almacén. Hace falta una revisión, una puesta en valor del legado de Enrique Orce y otros grandes pintores cerámicos de principios del siglo XX.

¿Por qué se considera a la cerámica un arte menor en una ciudad que hasta la modernidad se valoró y estimó?

Creo que hay una falta de memoria colectiva para saber lo que significó, tanto ornamental como domésticamente, la cerámica en nuestra arquitectura. No sólo fue un recurso práctico, también nos abrigaba emocionalmente, como señas de identidad propia.

Y me da la sensación de que, en arquitectura, el regionalismo, también es mirado con desdén, con graves consecuencias para su conservación…

Destruir ese patrimonio resulta rentable. En un rendimiento económico en el que ganan unos pocos y perdemos muchos. Las casas de la calle Goya en Nervión me dan mucha tristeza. Recuerdo con especial desconsuelo los bajos de la calle Rosario número 15. En el 13 tuve mi primer estudio en Sevilla. Y contemplé día tras día como convirtieron esa maravilla de patio en un restaurante muniqués.

¿La tradición andalusí fundida con lo que trajo Nicoluso Pisano de Italia es una de las aportaciones locales al Renacimiento valorada de forma insuficiente?

La valoramos los que trabajamos en esto. El público mayoritario, no. Quizás por eso se actúa de forma tan impune.

Las grandes casas sevillanas y, posteriormente, las regionalistas, disfrutaron de la azulejería como un signo de identidad.

La cerámica fue un recurso para luchar contra la humedad y las variaciones climáticas de Sevilla. También nos protegía de las sales fortísimas de nuestro subsuelo. Por ejemplo, colocar zócalos en nuestras iglesias era una forma de proteger las pinturas que se colocaban en la parte superior.

¿Sería muy arriesgado por mi parte decir que la azulejería sevillana ocupa el lugar de la pintura mural?

En absoluto. Pienso que el retablo y la azulejería han determinado la ornamentación y estética de nuestras iglesias, dejando a la pintura mural en un segundo plano.

Con franqueza, ¿en la Plaza de España, por ejemplo, hacemos lo correcto replicando modelos previos y confundiéndolo con la restauración?

Bajo mi punto de vista habría que darle una vuelta. Es un asunto bien complejo el de la Plaza de España. Existen otras alternativas para mantener las originales in situ. Pero hay que querer gastarse dinero en eso.

Pero el vandalismo no hay manera de atajarlo, ¿no cree?

Temo que el único recurso que queda es la vigilancia estricta y directa.

Usted se formó como restauradora en Florencia donde se llevó casi una década. ¿Qué cuadros tuvo en sus manos que no olvidará jamás?

La Santa Bárbara de Giorgio Vasari y el Descendimiento de Cristo de Bernardino Poccetti.

¿En las colecciones privadas sevillanas en las que ha trabajado prima el barroco o el costumbrismo?

Van a la par.

¿Lo mejor que ha restaurado en Sevilla en pintura qué ha sido?

De una colección privada un retrato de una condesa realizado por el francés Hipolytte Berteaux; de una colección pública la Ascensión de Cristo de Villegas Marmolejo.

¿Estamos condenados a que se repita una restauración como la del Ecce Homo de Borja?

Sin dudas. Como esas hay muchas. Yo me he encontrado con muchísimas a lo largo de mi carrera.

Usted ha intervenido en la restauración del lienzo de muralla almohade del Arenal. ¿Le gusta cómo ha quedado la de la Macarena?

Uffff. Qué preguntas hace usted. No conozco las condiciones de la contratación. Por desgracia, antes de juzgar los trabajos, hay que conocer cuánto dinero y cómo se ha destinado, quién ha hecho los estudios y qué subcontratas se acordaron y en qué condiciones trabajaron los restauradores. Mientras las constructoras se lleven la parte del león, estamos abocados al desastre.

Estoy seguro de que no me va a contar la restauración patrimonial más desastre que ha visto en la ciudad…

(Risas) No me puedo permitir tal lujo. Soy autónoma.

 

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