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Luis Miguel Rufino Rus: «En el sur de España estamos rodeados por los malos, pese a la Guardia Civil»

Se ha cometido un crimen horrible en un motel sevillano, lleno de connotaciones sadomasoquistas, que traen de cabeza al inspector Galera, en la Gavidia. Así arranca la última novela del economista Luis Miguel Rufino Rus que la ha titulado 'Espejo de Claramonte' (Nube de letras)

Luis Miguel Rufino Rus fotografiado en el barrio de Heliópolis Rocío Ruz

Félix Machuca

Me espanté al saber que usted se pasea por el cementerio para escoger los nombres de sus personajes…

No hay un índice onomástico más caótico y atractivo que en un cementerio. Allí está todo el mundo. Y hay unos nombres preciosos.

Los devuelve a la vida con la magia de la literatura.

Esa es mi intención. El que inventa historias inventa la vida. Gracias al poder de la literatura vuelven a vivir.

En su novela Sevilla no es un croma televisivo. Tiene un primer plano evidente, casi reivindicativo ¿Por qué?

Ufff. Quizás la mayoría de las veces somos más exigentes y severos con las cosas que más queremos. No es que yo quiera mucho a Sevilla. Yo solo quiero a Sevilla. Y eso me gusta.

Derrocha usted tanto orgullo local que reabre la Gavidia como comisaria activa, que es uno de esos símbolos de la abulia de la ciudad.

Pasar por delante de ese edificio durante décadas y verlo abandonado y sin uso me producía una tremenda tristeza, independientemente de las connotaciones que para algunos pueda tener. Cuando creé al inspector Galera una de las primeras imágenes que describí fue la comisaría funcionando a pleno rendimiento y él mirando por una ventana a la sede del antiguo Parlamento. Y me pareció que aquello estaba bien.

¿Usted llegó a conocerla abierta?

Mi primer carné de identidad me lo hice allí.

Pero no por su pasado juvenil plenamente comprometido con la democracia y la autonomía…

No, no, nunca estuve allí por motivos políticos. Yo fui uno de los románticos que en los setenta creyó que desde Andalucía nos gobernaríamos mejor que desde Madrid. Estuve con la bandera de Andalucía en la mano en la Castellana pidiendo autonomía.

¿La autonomía trajo mejor gobierno de nuestros intereses que el centralismo madrileño?

No cabe una respuesta absoluta. Hay cosas que han mejorado y otras muchas que han empeorado.

En la novela, en absoluto política, sí hay guiños irónicos que alcanzan a alguna consejera que mandaba tela, a un presidente que estaba gordo antes de descubrir la cinta y una bandera de Andalucía sin escudo. ¿Es así o me lo parece?

Es absolutamente así. El humor nos salva de muchas desgracias. Ironizar es un ejercicio muy saludable.

Volvamos a Sevilla en su novela. Con qué buenos ojos mira usted a Heliópolis…

Soy un buen hijo. Nací y me crié allí. Que forme parte del escenario de la novela es natural, conozco muy bien ese barrio que es un pequeño pueblo en Sevilla y al que creo que todos los sevillanos aprecian.

Unos más que otros…

(Risas) Hay cuestiones que son más emocionales que deportivas.

Precisamente en un chalet casi como los de Heliópolis se comete ese crimen atroz. ¿El mundo de los moteles, hoteles y chalés de alquiler son hoy las nuevas casas del amor clandestino?

No creo que haya nada nuevo en las casas del amor clandestino. Cela las usa en ‘La Colmena’. La única diferencia es que ahora puedes pagar con visa.

¿Están las mafias que actúan tan impunemente en la Costa del Sol detrás de esos negocios o les tira más lo que entra por el río?

Yo creo que hay varios tipos de mafias y todas conviven con bastante paz entre nosotros, pese al ingente esfuerzo de la Guardia Civil. Pero es un hecho que en el sur de España estamos rodeados por los malos.

Es curioso lo de la carretera del Práctico, ¿verdad?

He recorrido entera esa carretera. Muy despacio, fijándome en las cosas. Y siempre me he preguntado por qué esa carretera está perfectamente asfaltada en la zona de Cádiz y es un paseo lunar, lleno de cráteres, en su zona de Sevilla…

Y no menos curioso son los bares que se asoman a su novela y en la que el inspector Galera desayuna donde usted acostumbra, ancá Castaño…

Los bares y los camareros de Sevilla son uno de los mayores atractivos que puede tener la ciudad. Y no me refiero solo a los turistas, que se quedan chocados cuando interactúan con nuestros camareros. Si no la manera en la que los sevillanos nos relacionamos con ellos.

Empiezan a abundar también los camareros en modo jabalí...

Siempre ha habido una parte marginal de camareros jabalíes. Lo normal es que el camarero sea un señor discreto y psicólogo.

¿Le quedan más entregas al inspector Galera?

Sí. Voy a seguir trabajando el triángulo Galera, Sevilla, crimen horrendo.

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