Entrevista

«Los ingenieros españoles que se fueron durante la crisis ya no volverán»

Leopoldo García Franquelo, catedrático de Ingeniería Electrónica y uno de los investigadores más citados a nivel mundial

Leopoldo García Franquelo, catedrático de Ingeniería Electrónica Vanessa Gómez
María Jesús Pereira

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Leopoldo García Franquelo (Málaga, 1954) es catedrático de Ingeniería Electrónica de la Escuela Superior de Ingenieros de Sevilla y uno de los investigadores más citados a nivel mundial en la Web of Science (que recoge las referencias de las principales publicaciones científicas) y Scopus (resúmenes y citas de artículos de revistas científicas) . Cuando se produjo la sequía de fondos para la investigación en España, este especialista en energías renovables se marchó a China dentro del programa «Captación de mil talentos». Ahora investiga durante seis meses al año en Harbin Institute of Tecnology (China), una politénica con 23.000 estudiantes de ingeniería, y los otros seis meses investiga en la Escuela Superior de Ingenieros de Sevilla.

El Gobierno chino acaba de premiarle, entre casi un millón de investigadores extranjeros que trabajan en ese país, por su contribución al desarrollo económico y científico del país. Leopoldo ha recibido el p remio Dor In Eugene Mittleman Achievemetn Award -que sólo tienen tres europeos- y el premio Anthony J. Hornfeck Service Award, que otorga una organización que aglutina a 400.000 ingenieros del mundo. Sobre su mesa hay una oferta para que se afinque definitivamente como investigador en China .

Es usted uno de los ingenieros investigadores más citados a nivel mundial. ¿Se podría decir que es un «influencer» científico?

(ja ja) De alguna manera sí, aunque no sé muy bien qué es eso porque no estoy en las redes sociales. En temas de investigación, los americanos dicen que cuando una persona tiene un determinado número de citas es un «influencial» porque tiene influencia sobre otros investigadores.

Acumula 40 años de investigación y su ficha de la Universidad es inacabable, a diferencia de otros catedráticos. ¿Sería conveniente exigir un cierto nivel de investigación en la Hispalense?

Claro que sería conveniente. Se supone que nuestro tiempo debería estar distribuido entre investigación y docencia. La docencia máxima que da un profesor son ocho horas a la semana, y hasta 40 horas quedan 32 horas. Pero es verdad que no hay nada que haga que un profesor que no investiga tenga algún tipo de problema. Es decir, que se puede vegetar en la Universidad lo que uno quiera.

En otras universidades extranjeras se pueden elegir a los profesores y catedráticos por su excelencia. Aquí uno se saca una cátedra y es para toda la vida, haga lo que haga esa persona. ¿Está de acuerdo?

Uno saca una cátedra y amén (risas). Es un sistema que nos lleva a donde estamos. En EE.UU. tú ves que en determinada época del año hay un movimiento de gente hacia universidades mejores y peores. Estar en una universidad mejor significa mejor sueldo, un seguro médico mejor, y medios para investigar más y mejor. Allí, si no te esmeras te puedes encontrar en una universidad en Oklahoma o Dios sabe dónde.

La Hispalense no está en el grupo de las primeras 500 mejores universidades del mundo del ranking de Shanghái. Si después miramos con detenimiento, por materias, estamos en el puesto 47 en tecnología y  entre los 150 primeros en ingeniería electrónica. ¿Qué haría falta para subir más a nivel global?

Es que la Universidad de Sevilla es muy grande y hay parámetros, como la productividad, es decir la producción científica dividida por el número de personas que la deberían producir, que emporan el ranking de Shanghái. En otras palabras, para mejorar nuestro puesto en el ranking mundial de universidades habría que investigar y publicar más. 

El investigador Leopoldo García Franquelo es uno de los más citados a nivel mundial en el área de ingeniería Vanessa Gómez

¿Cuántos estudiantes había en su clase cuando estudiaba Ingeniería?

Cuando empecé, en los primeros cursos había clasess de 20 alumnos; ahora hay 150 estudiantes por clase en los primeros cursos. A mi juicio, en algunas materias no debería haber ahora más de 70 alumnos, pero en otras hacen falta grupos más pequeños. Ahora estamos duplicando el número óptimo de alumnos por clases. Cuando hay un grupo muy grande siempre hay ruidos, que empieza por detrás y se va transmitiendo, los alumnos de distraen y al final la atención baja mucho.

Usted es catedrático. ¿Sigue dando clases?

Por primera vez, este año me dedico sólo a investigación y estoy exento de dar clases.

¿Hay mucha diferencia entre los alumnos de ahora y los de hace 25 años?

(risas). Es difícil de decir, aunque es verdad que el nivel en general de la formación con que entran es más bajo.

Un catedrático de la Escuela Superior de Ingeniería me confesó que si pusiera ahora a sus alumnos el mismo examen que ponía hace 25 años no lo aprobarían de forma mayoritaria. ¿Le pasaría lo mismo a usted?

Probablemente pero todo tiene su explicación. Por una parte, los alumnos llegan peor preparados a la Universidad, eso es clarísimo, pero también es verdad que se han ido reduciendo las horas lectivas y las materias en muchas asignaturas de Ingeniería, por lo que no puedo poner el mismo examen que le ponía a mis alumnos hace veinte años porque entonces tenían el doble de horas de clases.

¿El Plan Bolonia no ha sido bueno entonces para las ingenierías?

Uffff, no sabría decir. La intención es buena, pero el resultado no es bueno. ¿Era mejor el sistema anterior? Pues habría que mejorarlo también porque llevamos cien años dando las clases igual.

¿Cómo habría que impartir las clases?

Bueno, yo intento usar lo más posible los medios audiovisuales pero hacer clases participativas en grupo grandes es difícil. El Plan Bolonia tenía buenas intenciones pero no es para aplicarlo en clases de 150 alumnos durante los primeros cursos.

¿Y con qué actitud llegan a la Universidad ahora los alumnos de Bachillerato?

Hay de todo, sigue habiendo alumnos brillantes y otros que no sé muy bien por qué están aquí. Por otra parte, ha bajado también mucho la nota de corte. Lo que sí noto es un abismo de los universitarios españoles con los alumnos chinos.

¿Qué diferencia hay entre unos y otros?

La diferencia es la motivación. En China, las empresas reconocen el título, en función de la universidad que proceda, y del tipo de título: doctorado, master o grado. En función de eso se estipula el salario. Aquí yo no veo que hagan diferencia en función del título que tengas, da igual que tenga el máster o el doctorado. En China, si tienes un título de una de las diez mejores universidades en ingeniería tienes garantizado un salario muy bueno en ese país. Un ingeniero recién salido de la Universidad de Harbin puede ganar 1.250 euros si tiene un grado, 2.500 euros si tiene el máster y 6.000 euros si es doctor. Así ves cómo trabajan: el que está haciendo el doctorado no tiene sábados ni domingos, y echa las horas que haga falta. Son muy competitivos pero tienen incentivos. No me extraña que la juventud en España esté desanimada.

En 2013 el entonces rector, Antonio Ramírez de Arellano, denunció que  la investigación estaba a punto de bloquearse por la falta de recursos la normativa no permitía incorporar a los científicos más jóvenes ¿Cómo estamos ahora en términos de investigación universitaria?

Bueno, están intentando subir un poco los fondos pero el problema es que durante la crisis económica se fueron de España muchos ingenieros investigadores y son gente que yo creo que no volverán, a menos que se les ofrezca algo comparable con lo que tienen y eso es muy difícil. Esa gente se marchó harta de esperar años y será muy difícil recuperar a esos investigadores. Además, el que se busca una novia en Alemania, ese ya no vuelve (risa).

¿Cuántos años hemos retrocedido en investigación y cuántos años harán falta para recuperarnos?

Es difícil saberlo, pero sólo hay que mirar los indicadores y ver cuánto dedicamos a investigación del PIB, porque eso es el acelerador. En función de la velocidad a la que quieres que vaya el coche, tienes que ponerle más o menos recursos. Además, tienes que ver a la velocidad a la que van los otros. Si ellos van a 80 kilómetros por hora, nosotros vamos a 30 o a 50. Nuestro ritmo de investigación es más lento que el del resto. Y cuando se te ha escapado uno, a ver cómo lo pillas después.

En 1978 se incorporó a la Universidad de Sevilla como becario del Plan del Personal Investigador. ¿Están mejor o peor los becarios de hoy comparados con esa fecha?

Las condiciones han mejorado en el aspecto laboral pero las salidas laborales son más difíciles. Hay pocas becas y poca garantía de que se queden en la Universidad.

El catedrático de Ingeniería Electrónica, en la terraza de la Escuela Superior de Ingeniería de Sevilla, en la isla de la Cartuja Vanessa Gómez

Usted es un ejemplo de la simbiosis entre Universidad y empresa, lo que se conoce como transferencia tecnológica. Tiene 17 patentes y ha creado una empresa. ¿La investigación universitaria puede ser rentable?

La investigación aplicada que hacemos los ingenieros claro que sí porque tiene un efecto económico, ya que trabajas con empresas. ¿Es rentable la investigación básica? Habría que verlo a largo plazo.

Es decir, ¿que lo importante es tener patentes?

Lo importante es tener patentes en explotación porque puedes fabricar un flotador de plomo.

Usted promueve que se salga fuera para saber qué hacen los demás. ¿Hay mucho profesor universitario encerrado en su despacho?

Hay de todo. En la Escuela Superior de Ingenieros de Sevilla hay un porcentaje altísimo que tiene contacto directo con el mundo exterior.

Desde hace varios años es investigador en Harbin Institute of Technology, una universidad politécnica de China. ¿Por qué se fue?

Por la falta de recursos de España. Entonces se había producido una diáspora de investigadores porque la mayoría de proyectos estaban parados por falta de medios y las empresas no estaban financiando investigación. Empecé con estancias cortas y en 2016 con estancias largas. El primer año estuve en la Universidad de Habin tres meses. El año pasado y este he estado seis meses seguidos en China. El Gobierno chino tiene un proyecto que se llama «Captación de mil talentos» y yo estoy dentro de ese programa. He llegado a un acuerdo con las dos universidades para investigar seis meses en China y seis meses en Sevilla. Me han ofrecido quedarme en China todo el año pero no he querido.

Acaba de recibir el premio que se entrega anualmente en China a 50 expertos extranjeros, elegidos entre casi un millón, por su contribución al progreso económico, tecnológico, educativo y cultural del país. ¿Qué está investigando allí?

He montado en la universidad politécnica de Harbin un laboratorio y estoy trabajando con estudiantes de doctorado y profesores las conexiones a redes en energías renovables. Básicamente, investigo convertidores de energía, que cogen la energía de un aerogenerador o de un papel fotovoltaica y la inyectan en la red con el mayor rendimiento y potencia posible.

¿Qué tiene China que no tenga España en cuanto a investigación?

Unos recursos impensables en Europa y España. Al igual que en EE.UU., China tiene las universidades clasificadas y las que están en el top ten reciben del Gobierno todos los fondos que necesiten. Al resto de universidades le dicen que aprendan de las mejores. En España, sin embargo, dan café para todos y así nos va.

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