Estudiants Erasmus de cuatro nacionalidades, en la Universidad Pablo de Olavide
Estudiants Erasmus de cuatro nacionalidades, en la Universidad Pablo de Olavide - ROCÍO RUZ

Los Erasmus dan la nota en Sevilla

Los estudiantes extranjeros dan un notable a la enseñanza práctica que reciben y la cercanía de los profesores

El funcionamiento del servicio público de wifi y la ubicación de la Pablo de Olavide, lo peor valorado

SEVILLA Actualizado: Guardar
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Cada año llega a Sevilla un buen número de estudiantes europeos a hacer un curso en la universidad. Sólo una de las dos universidades públicas que hay en Sevilla, la Pablo de Olavide, ha recibido este curso 494 estudiantes extranjeros de 151 universidades de 19 países. Se trata de universitarios que proceden de Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, Eslovaquia, Finlandia, Francia, Grecia, Irlanda, Italia, Lituania, Luxemburgo, Países Bajos, Polonia, Portugal, Reino Unido, República Checa, Rumania y Suecia. De ellos 132 proceden de Francia y 99 de Italia.

Las clasificaciones internaciones siempre dejan mal paradas a las universidades españolas y mucho peor ocurre con las de Sevilla. Se critica la falta de inversiones, se cuestiona que sea una educación demasiado teórica y se le sacan muchos defectos.

Una charla con cuatro de esos estudiantes Erasmus de otras tantas nacionalidades que estudian diferentes carreras en Sevilla echan por tierra algunos de los tópicos sobre nuestra Universidad.

Los jóvenes se pronuncian sobre su experiencia. Puntúan de notable hacia arriba su estancia en las aulas sevillanas y consideran que la educación es más práctica que en sus países. Y afirman que la relación con los profesores, a los que, para su sorpresa, tutean, es muy cercana. Les choca que las instalaciones tengan hasta cajeros de banco o que sirvan alcohol en algunos bares del campus. Ymuchas cosas más.

De la Universidad de Munich, ahora Max estudia Traducción en la Pablo de Olavide
De la Universidad de Munich, ahora Max estudia Traducción en la Pablo de Olavide - ROCÍO RUZ

Max Kramer, Alemania

Max Kramer es uno de esos estudiantes. Alemán de 23 años, estudia Traducción de español y francés en la Universidad Pablo de Olavide. Lo que más le ha llamado la atención tras llegar de la Universidad de Munich es el ambiente y el hecho de que la relación sea «más abierta» y haya más comunicación con los profesores. «El profesor habla y escucha a los estudiantes y los estudiantes participan más. Son más activos», dice sorprendido.

Lo que menos le gusta es que su facultad no esté en la ciudad, algo que dificulta más el acceso de él y sus compañeros ya que la mayoría ha elegido vivir en el centro de Sevilla. Eso es lo que «baja la nota» con el que califica su paso por la universidad. Le pone un 7. Cuando se le pregunta por las diferencias con su universidad de origen, asegura que en Alemania es más teórica y que aquí las clases son más prácticas y se pasan el día haciendo proyectos. ¿Lo mejor? No lo duda: Los estudiantes. «Puedo aprender mucho aquí» dice este alemán para quien, por su experiencia, la universidad española «no merece tener mala reputación».

Procedente de la Universidad de Nantes, en Francia, estudia Ciencias Ambientales
Procedente de la Universidad de Nantes, en Francia, estudia Ciencias Ambientales - ROCÍO RUZ

Constance Leroux, Francia

Desde la Universidad de Nantes en Francia llega Constance Leroux, quien a sus 19 años esta estudiando Ciencias Ambientales en Sevilla y a la que también ha sorprendido la relación de los profesores con los alumnos. «Hablamos mucho con ellos e incluso podemos llamarlos por su nombre», dice esta joven francesa recordando que en su país no es así y a los profesores se les llama señor. A eso une Constance el «ambiente de tranquilidad» que, según dice, se respira en su clase y que hace las horas lectivas «menos estresantes». Por ello insiste en que sus estudios en la universidad los puede realizar con mas tranquilidad. «No tenemos tanta presión», dice poniendo una nota de 9 a la universidad.

Sin duda lo que más le gusta de su paso por las aulas sevillanas es el hecho de que la universidad «es una mini ciudad» y ofrece muchos servicios. Hay copistería, papelería, cafetería a instalaciones deportivas. «Tienen hasta un banco», explica sorprendida insistiendo en que ofrece muchas posibilidades. «No necesitamos salir. Aquí se puede hacer de todo», dice.

Por el contrario no le gusta tanto el hecho de que la universidad sea tan grande y le obligue «a caminar cada día mucho» por el campus y también opina que el receso de una hora para comer es insuficiente. Y, por supuesto, lo peor de su experiencia ha sido «romper la barrera del idioma» que le impedía explicarse porque, a su juicio, al principio «todos los Erasmus parecían idénticos». Cuando se le pregunta qué echa en falta, lo tiene claro: «el wifi, que no funciona nunca».

Universitario de Varsovia que ahora estudia en la Pablo de Olavide
Universitario de Varsovia que ahora estudia en la Pablo de Olavide - ROCÍO RUZ

Krisztof Stepién, Polonia

Krisztof Stepién tiene 22 años y estudia Derecho en Varsovia hasta que aterrizó en la Pablo de Olavide. Desde que llegó le ha sorprendido mucho el hecho de que en Sevilla se hagan «tantos deberes y tantos proyectos, casi como en la ESO». Porque en Polonia la universidad no era tan práctica. «Estudiamos los casos prácticos en los tribunales. Es más práctico que en mi país», relata Krisztof a quién también le encanta la relación que existe entre alumnos y profesores. «Aquí el profesor te llama por tu nombre y eso es raro», dice.

A este polaco, como a sus compañeros, no le gusta que la universidad esté lejos de la ciudad y le llama la atención las dimensiones del campus. «Pasamos mucho tiempo en ir de un edificio a otro», explica. También hace una crítica: «Por lo visto aquí llegar tarde no es algo raro», dice calificando la Universidad con una puntuación de 7. A su juicio, la Universidad es un un lugar «muy cómodo para estudiar», ya que hay una biblioteca grande y es más cómodo para los estudiantes que lo que tenía en Polonia. Cuando se le pregunta por lo peor que ha encontrado en la Universidad explica que los estudiantes de primer año «no están muy preparados» y demuestran tener pocos conocimientos. «La gente en la clase no sabe lo que es el Congreso y el Senado. Pensaba que eso era básico», critica.

Y también echa en falta que, como en otras universidades, existan más clubes, asociaciones o hermandades de ciencias o de otras materias. «Solo en Varsovia tenemos 100 asociaciones y se puede elegir la que mas te interese», dice. ¿Mala reputación de las universidades españolas? Nunca había oído hablar mal de ellas.

Estudiante de Ciencias del Deporte
Estudiante de Ciencias del Deporte - ROCÍO RUZ

Lorenzo Seghetti, Italia

Desde Roma llega Lorenzo Seghetti, que estudia en «Foro Itálico» Ciencias del Deporte y que tiene 21 años. A este italiano le ha sorprendido el tamaño de la universidad, que ve «muy grande y con mucho espacio, y le encanta que además tenga «instalaciones deportivas». Además, asegura que se hacen más prácticas que en su país, incluso en las asignaturas teóricas. En su particular calificación puntúa con un 8 e insiste, como sus compañeros, que además de esas instalaciones, lo mejor es la relación que entablan con el profesor. «En Italia es algo parecido pero, desde luego, no tan coloquial como aquí», asegura recordando que en su país nunca llaman a los profesores por su nombre y además se dirigen a ellos de usted.

¿Lo peor? Que hubiera tan pocas plazas para cada asignatura. Lorenzo se queda callado cuando se le pregunta por lo peor. Y, en contra de lo que muchos piensan, corrobora que la universidad, al menos en la especialidad que él estudia, «tiene mucho prestigio». Los cuatro también son unánimes: «Estudiar en Sevilla es mucho más que emborracharse». Aunque les sorprenda que sirvan cerveza en los bares de las universidad.

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