Coronavirus en Sevilla

Una sevillana se retira a un convento para no contagiarse

Una mujer que pertenece a uno de los grupos de riesgo del coronavirus se «enclaustra» con las Carmelitas Descalzas de León para evitar contraer la enfermedad

Siete hoteles de Sevilla se ponen al servicio del SAS si faltan camas por la expansión del coronavirus en Sevilla

«Quien a Dios tiene nada le falta. Solo Dios Basta», frase que preside el locutorio del convento de las Carmelitas Descalzas de León en el que se hospeda esta mujer ABC

Pedro Ybarra Bores

«Estuve viviendo casi tres años en Lucca, una maravillosa ciudad de la Toscana , lugar en el que he sido muy feliz y al que me disponía a regresar la semana pasada para instalarme de modo definitivo. Era el sueño de mi vida hecho realidad. Tenía preparada la mudanza, pero de repente, todo se torció: me avisaron de que la compañía de transportes no realizaba más viajes a Italia hasta que pasara el coronavirus», comienza su relato esta mujer soltera de 51 años.

«Volví a España en mayo por tema de impuestos y me mudé a Valencia, porque era el sitio de España más cercano a Italia, hasta que en Navidad me di cuenta de que mi sitio no era ese, que tenía sangre italiana y que me volvía a aquel país» . Después de aquello comenzó a buscar trabajo en empresas de apartamentos turísticos en Lucca. «A principio de febrero acudí a una entrevista allí, porque regresé a Lucca para celebrar mi cumpleaños, me cogieron para empezar a trabajar y me dieron un mes para organizar la mudanza».

Una vez organizado todo, sus amigos italianos le comentaron que allí empezaba a ponerse el asunto mal, y la empresa le llamó para comunicarle que aquello estaba regular y que dejaban el contrato para abril. «Entonces, todavía no había casos en España» , recuerda. «Antes de que cerraran las frontera en aquel país llamé a la Embajada española en Roma, y allí me dijeron que podían cerrar la frontera». «Empecé a llorar porque fue el momento en el que me di cuenta de que el sueño de tantos años se rompía». A partir de ahí se puso en contacto con la empresa de mudanzas para dejarlo todo en un guardamuebles a la espera de poder ir a Lucca».

«Persona de riesgo»

«Me empecé a poner nerviosa porque soy persona de riesgo, tengo diabetes y he sufrido un ictus. No quiero ser carga para ninguno de mis nueve hermanos durante este tiempo, y pensé que sería una buena opción retirarme del mundo para no contagiarme hasta que aparezca la vacuna. Eso fue el miércoles pasado, cuando pensé que necesitaba estar cerca de Dios porque me iba a dar mucha paz », asegura.

Contactó entonces con la federación de conventos de España para ver si le podían asesorar para encontrar conventos femeninos con hospedería que estuvieran cerca y al que me pudiera ir durante este tiempo. Me facilitaron una lista y «me contestaron muy cariñosas las Carmelitas Descalzas de León (Carretera de Asturias, 137). Me informaron de que tenían dos casitas, una de ellas con un dormitorio en la que pensaban que iba a estar feliz», recuerda cuando habló con ellas el pasado jueves. Le dijeron que fuera y que «no me preocupara por nada».

El viaje

Al día siguiente por la mañana partió de Valencia al convento, previa parada en Zaragoza , ciudad en la que nunca había estado, para dejar allí parte de los muebles. «Reconozco que no sabía cómo se llegaba a León. Sé dónde está Padua, Verona, Genova , pero no León , ciudad a la que llegué a las 11 de la noche del viernes. Lo pasé muy mal por miedo al contagio durante el viaje», recuerda.

«Llegúe como a las 22.45 horas al lugar, que está a las afuera de León. Me tenían preparada la cena. Me dieron la llave a través del torno y empecé a descargar. Ahora estoy en una casita con un dormitorio y una pequeña cocina con acceso desde el patio del convento donde hay dos viviendas para las externas, en la hospedería ».

Horario

El sábado por la mañana le facilitaron el horario de rezos: laudes, nona, vísperas... Acudió a la farmacia y al supermercado, donde compró un congelador que llenó con comida para dos meses. «Fue entonces cuando empecé a llorar, y vi una oración en el locutorio : “Si tienes a Dios nada te falta”, y de pronto me dio mucha paz. Me di cuenta de que la promesa se hará realidad algún día porque soy feliz allí en Lucca. De mi estancia en Lucca volví con una conversión interior de mi trato con Dios y necesitaba seguirlo».

La sevillana afirma que se podía haber ido a casa de algún hermano, pero quise llevar esto más en silencio. Aquí no tengo tele. Tengo wi-fi, la Biblia, «Camino de perfección» y las obras completas de Santa Teresa de Lisieux . Esos tres libros, nada más.

Las monjas tienen oración a las 7. « A los laudes no voy porque es muy temprano y aquí hace mucho frío. Lo que es las tercias, nona y sextas, sí las hago. Lo que más me gusta son las vísperas, antes de cenar, que es cuando cantan. Me calma muchísimo y es precioso. No veo a nadie y tienen un huerto, pero les he dicho que si necesitan algo que me lo digan. Ya me he puesto en contacto con una farmacia y un hospital para que supieran el protocolo que debían seguir si me pasara algo», asegura.

« Me he puesto un horario para poder caminar , que es bueno para la diabetes, y lo puedo hacer en el patio (en Valencia o Sevilla viví en un piso). Leo, rezo mucho, y como no tengo tele, estoy conectada a través de WhatsApp, pero necesito retirarme y no quiero saber cómo avanza el coronavirus. Estoy a las puertas de un convento, y no en un convento, aunque la hermana nada más llegar me dijo: «Nosotras necesitamos vocaciones». «Hermana, me encantaría, pero creo que hago más bien en el mundo», le dije. «Aquí me siento muy segura», concluye.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación