Una red de alojamientos en pueblos pequeños de Sevilla para los desplazados de Ucrania

La Fundación La Colmena empieza a alquilar viviendas en pueblos pequeños para alojar a estas personas

«Al fin estamos a salvo, pero no sé cómo vamos a olvidar tanto horror»

Pablo Mielgo, junto a Iryna y Lyudmyla, voluntarias de la iglesia ucraniana Juan Flores
Elena Martos

Elena Martos

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Los primeros desplazados que llegaron el martes desde la frontera polaca con Ucrania pudieron descansar sin escuchar los bombardeos ni sufrir las prisas para coger el siguiente transporte. La mayoría son ya jóvenes que en su día fueron niños acogida en España , y mujeres con hijos que han dejado atrás a sus maridos para que se unan al frente. Se han alojado con familiares que llevan años trabajando en Sevilla y en hogares que se han ofrecido voluntarios para convivir mientras dure el conflicto.

Sin embargo, la burocracia siempre avanza más lenta que la sociedad y tarda en dar respuesta a los problemas. Por eso los ciudadanos se están organizando, como es el caso de Pablo Mielgo , que ha creado recientemente una fundación destinada a la formación de jóvenes en nuevas tecnologías con el nombre de La Colmena , pero el destino ha querido que su primera función sea prestar auxilio en medio de esta crisis humanitaria.

"Al final nos hemos ido involucrando y hemos ido más allá. En la frontera tenemos a dos voluntarios que han llevado productos y material sanitario y ayudan con el transporte de los desplazados"

Sus miembros se implicaron con donaciones económicas y luego con el envío de material sanitario de primeros auxilios e instrumental médico. Después envió a dos voluntarios para facilitar el transporte de personas que llegan a la frontera y llevarlos hasta ciudades cercanas. «Al final nos hemos ido involucrando y hemos decidido ir a más», aseguró Mielgo, que trabaja codo con codo con la iglesia ucraniana de Sevilla.

Los esfuerzos se centran ahora en crear una red de alojamientos para dar un hogar a las familias que llegan. Esta labor ha empezado con un piso de cinco dormitorios que pertenece a los patronos de la entidad y que ya han puesto a disposición de la parroquia y continúa con varias viviendas que alquilarán en el municipio de El Saucejo, donde han encontrado apoyo municipal y de los vecinos .

Pablo Mielgo señaló que «no sólo los alquileres son más baratos en los pueblos, sino que hay mucho más sentimiento de comunidad, si llega una o varias familias de Ucrania los van a arropar mucho más porque allí se conocen todos ». La iniciativa ha gustado al Ayuntamiento que se ha ofrecido a apoyarla. La renta de estas viviendas y la manutención de los desplazados irá a cargo de la fundación, que tiene capacidad para atender a entre treinta y cuarenta personas. «Q ueremos fletar un autobús para traerlos, pero una vez aquí hay que seguir atendiéndolos sin saber hasta cuándo , por eso hemos puesto ese límite», dijo. Mielgo consideró que «si esta experiencia funciona, tal vez se pueda trasladar a otros municipios». En mente tienen también La Rinconada, que está próximo a la capital andaluza.

La llegada de los agentes

Otro de los retos con los que se topó ayer esta fundación fue la localización de una nave para que la pueda utilizar la parroquia de la calle Santa Clara, que ya no tiene sitio para almacenar tantas donaciones. Sus voluntarias, que trabajan a destajo, fueron advertidas por dos agentes de la Policía Local de que las cajas no podían estar fuera ni las furgonetas sobre las aceras y que a la próxima habrá que multar. Ocurrió durante la tarde mientras se cargaban los vehículos para las próximas salidas que están previstas hoy. De poca referencia le sirvió a los agentes el gesto de la Corporación que se hizo una foto por la mañana a las puertas del Ayuntamiento en apoyo al pueblo ucraniano. La norma es la norma.

Al final hubo suerte y a última hora de la tarde recibió la llamada de una empresa , Andaluza de Ambulancias SL que les ha cedido un almacén de 500 metros en el polígono industrial que está junto al hospital de Valme, una oportunidad para aliviar la pequeña parroquia en la que cada vez es más difícil el culto por la cantidad de cajas.

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