Jóvenes flamencas por el real
Jóvenes flamencas por el real - JUAN FLORES

Feria de Abril de Sevilla 2017Se recogen firmas para que esto se acabe

Ayer volvió a ser un día de transición y ya hay una iniciativa formal para volver a recortar la Feria ante la escasez de público en las horas centrales

SEVILLA Actualizado: Guardar
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El bache está siendo tan pronunciado que ayer se llegó a mover una recogida de firmas por internet para que la Feria vuelva a ser lo que fue. El experimento lleva gaseosa. «Esto no hay cartera, hígado ni cuerpo que lo aguante», sentenció un artista de la calle Joselito el Gallo que no ha faltado ningún día desde el viernes pasado. El tiempo le ha dado la razón, aunque él se empeñe en desmentir con sus actos lo que defiende con su palabra. Esto es demasiado. El exceso de Feria ha llegado a tal extremo que, salvando las primeras horas de la noche, que acogen marabuntas insospechadas, el resto del día es un páramo. Camareros de brazos cruzados. Enganches con cientos de metros por delante.

Mesas vacías por todas partes. Un olor a orín en el pedestal de las banderas que hay junto a la portada que tumba. Y que retrata al personal, que se alivia de cualquier manera sin complejos. La única conclusión clara de esta ampliación es esa: a más días, más incivismo. Por eso lo mejor es hacer esta crónica huyendo de esas cuestiones. Yendo a la esencia de Sevilla, que desgraciadamente es minoritaria.

A las cinco de tarde había en el real un debate principal. «Mucho viento pa Morante, ¿no?». En Sevilla la gente espera por encima de sus posibilidades. Y se justifica con cualquier cosa. Por eso ésta es la tierra de la Esperanza. Había una ilusión en el ambiente que no se correspondía con la verdad. En esta ciudad, todo es expectativa. Y luego las previsiones no suelen cumplirse. Aquí la gran figura literaria es la paradoja. A ver quién puede interpretar con exactitud la respuesta que le dio a su compadre un sevillano hondo en una caseta de Chicuelo cuando le dijo que se está hablando de él para un puesto gordo: «No, no, no, ojalá». La negación del deseo es lo más sevillano que hay junto con el plátano de sombra, que ni da sombra ni da plátanos. Sólo da alergia. Achús. Ya son las seis. «Sigue habiendo mucho viento pa Morante, ¿no?». Puede ser. Pero lo que seguro que hay es más firmas contra el alargue de la Feria.

En una caseta de Bombita se hablaba de eso. Y un invitado que estaba haciendo la ruta de las recepciones acertó a hacer una reflexión interesante: «Esto está siendo tan largo que en la caseta del Ayuntamiento han dado hoy jamón de cochino blanco. Hay que acogerse al gato por liebre para aguantar el tirón». Eso es el evangelio. Durante el comienzo pletórico de la Feria se abusó del jamón. Ayer la cosa ya estaba más del lado de las lagrimitas de pollo. Todo depende de la necesidad. Mientras en las casetas se pedían platos de carrillada a las ocho de la tarde, Morante ponía banderillas al quiebro. Porque de toda la vida de Dios ha habido oles caros y oles baratos. Y cuando pasa la vida, igual que pasa la corriente del río cuando busca el mar, sin que las cosas cuadren, lo mejor es empezar desde el principio.

Esta Feria, más allá de los artificios, no está terminando de cuadrar. No porque le esté faltando toro, sino porque le están sobrando días. La gente quiere, pero no puede. Ayer se esperaba que fuera un día familiar porque no había colegio. Pero no cuajó el invento. El personal se está protegiendo en su casa y las gambas saben ya a amoníaco en muchas casetas. Los peroles de las buñoleras son como maestranzas sin toreros. Están vacíos demasiado tiempo y el redondel de aceite pide masa desde muy temprano. Al fondo, un cartel de Camarón con encajes y chorreras insinúa una bulería de resistencia: «Viviré mientras que el alma me suene. Aquí estoy para morir cuando me llegue». Es la mejor manera de tomarse este rejús de la Feria. Con filosofía y entrega. Hoy es un día clave para medir la validez de los cambios, porque si se llena el real desde el mediodía es posible que compense el vacío de las últimas tres jornadas. Pero si no se da la gracia, la conclusión será que habrá que echarle cuenta a los de la recogida de firmas. Y volver a lo que fuimos. «Niña, ¿tú tas dao cuenta de que no hay cola en el cuarto de baño?». Eso lo vio ayer toda Sevilla. Pero también hay que pensar una cosa importante. La Feria está siendo larga y es posible que haya que revisarla. Vale. Sin embargo, sigue hipnotizando a la ciudad. Se ha dado cuenta Rafa Serna, que desde el tendido pregunta preocupado: «¿Has visto que a la Giralda le falta su campana principal?». ¡Es verdad! Fíjense. Se la han llevado. Vale que quieran cambiarle la fisonomía a la Feria, pero la Giralda es como la rosa juanramonianna. ¡No la toquéis!

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