El Belmonte de Chaves Nogales

La odisea escrita por uno de los mejores periodistas del siglo XX nunca pretendió ser una biografía exhaustiva del torero

Monumento dedicado a Joselito el Gallo en la plaza del Altozano Efe

Jesús Soto de Paula

En los últimos años, y con motivo del centenario del fallecimiento de José Gómez Ortega en Talavera, se ha producido una metamorfosis jugosísima, diría que vital para todo arte, y es la de retomar la rivalidad, como arma arrojadiza y arrogante, para atacar al adversario en aras de engrandecer al ídolo. Con esta premisa he observado, con gozosa ironía, cómo muchos revividos gallistas (y un servidor es un apasionado de José) han procurado vilipendiar a Belmonte a través del gran libro escrito por Chaves Nogales, argumentando que es una obra excesivamente valorada y llena de fábulas que poco tienen que ver con la realidad vivida por el Pasmo. Craso error éste, pues la odisea escrita por uno de los mejores periodistas del pasado siglo jamás pretendió ser una exhaustiva biografía fidedigna a los avatares de don Juan, y sí un cristal que sobre el tiempo y el papel nos refleja aquella Sevilla sociocultural y aquel barrio de Triana de principios del siglo XX, usando como personaje embaucador y enigmático a Belmonte.

Era lógico, ergo necesario, que para tan avispado escritor, no se le pasara por alto que Belmonte invita a la imaginación, a la inventiva y al romanticismo, de tal manera, que no sucumbir a su fantasía hubiera sido un pecado imperdonable. Hubiera sido un no saber verlo y no saber sentirlo, más cuando el propio escritor ni siquiera era taurino. ¿Una biografía novelizada? Ciertos pasajes sí, hasta tal punto que el propio don Juan sonreía con sorna cuando años después le preguntaban sobre la veracidad de ese cruzar a nado el río para torear en Tablada los toros bajo la luna… «Pero si yo ni sé nadar».

Pero tal ejercicio ilusionista no resta, sino suma, pues la figura del de Triana era una quimera, una trágica sinfonía, un torrente de aquel cataclismo que junto a Gallito, empero, siempre junto a José, dejaron para la historia la llamada 'edad de oro del toreo'. El Belmonte de Chaves Nogales, hace arduo tiempo, forma parte de la literatura universal española, al igual que los escritos de Valle-Inclán, de Bergamín, de Lorca, lo cual no esgrime de detractores que no sepan leerlo porque no sepan sentir la palabra.

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