Opinion

Y encima suben los precios

España tiene una inflación apreciable con la economía estancada

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El Índice de Precios de Consumo Armonizado (IPCA) se situó en diciembre en una tasa anual del 2,9%, siete décimas más que en el mes anterior, debido al aumento de los precios del tabaco y de los carburantes y lubricantes, según los datos adelantados por el Instituto Nacional de Estadística, que habrán de ser confirmados el día 14. Este indicador, una vez consolidado, servirá para la revisión salarial de los convenios en que figure tal cláusula, en aquellos casos, seguramente escasos, en que el negocio en cuestión permita a estas alturas de la crisis una subida salarial. La noticia añade un punto más de dramatismo a la situación económica: tenemos una inflación apreciable con la economía estancada, tras una pérdida de la renta per capita de unos cinco puntos desde 2008 y con los sueldos congelados o bajando. Algunos economistas aventuran que estamos en una nueva fase de la crisis: la del ajuste por vía de los precios, que reduce el poder de compra de los salarios. El portavoz económico de CiU en el Congreso, Sánchez Llibre, ha considerado «muy grave» esta situación, que además merma la competitividad de nuestras empresas. Por si fuera poco el desaguisado, a primeros de enero han subido prácticamente todos los servicios básicos, en algún caso para acomodar los precios a los costos reales pero en otros inexplicablemente. Así, la electricidad sube el 9,8%; el gas natural, el 3,9%; las autopistas estatales, el 1,44%; el tren, entre el 2,3 y el 3,1%, los transportes públicos de la mayoría de las ciudades, un 3% de media. No solo no ha prosperado la liberalización de los servicios en nuestro país sino que en momentos como los actuales, con una grave recesión a nuestras espaldas que aún nos mantiene paralizados, siguen generando una insoportable presión inflacionista que ahogará todavía más a los cada vez más ciudadanos. A los que tienen la suerte de haber sobrenadado la crisis y a los que se han hundido en ella y han de asirse al salvavidas de un Estado de Bienestar cada vez más precario. Es la herencia de las viejas políticas económicas, que no han impedido la crisis y que ahora nos dificultan salir de ella.