Editorial

Homenaje a la memoria

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Este martes se cumplirán 15 años del secuestro de Miguel Ángel Blanco. Apenas 48 horas más tarde de privarle por la fuerza de su libertad, ETA cumplió su despiadado ultimátum y asesinó al concejal del PP de Ermua con una inhumanidad que se hizo insoportable incluso dentro del prolongado relato del terror etarra. Pese a las tentativas interesadas, en un sentido u otro, de uniformar aquella inédita respuesta de la ciudadanía, fue precisamente la diversidad ideológica de quienes clamaron contra la crueldad extrema de ETA la que trazó con una claridad sin precedentes la línea divisoria entre lo que suponía asesinar y lo que representaba la víctima asesinada. La progresiva materialización del anhelo de paz y libertad confiere afortunadamente un significado distinto al recuerdo de cada asesinato, que antes tenía que llevar adherida la exigencia de que fuera el último. Pero los homenajes a cada víctima, en tanto que emblemas singulares del daño causado por una violencia ante la que no caben ni el olvido ni la impunidad, continúan teniendo pleno sentido. Especialmente, mientras la izquierda abertzale no renuncie a intentar blanquear con el empuje de sus votos el padecimiento provocado a quienes pensaban diferente.