Editorial

Cautela bancaria

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Los resultados de los principales bancos y cajas de ahorros españoles acreditan la resistencia de las entidades más solventes frente a los estragos de la crisis, pero tras ellos también afloran la inquietud tanto por la evolución del conjunto del sistema financiero a lo largo de 2010 como por los escollos inherentes a una economía para la que se vaticina una tardía salida de la recesión. Esta preocupación se ha dejado sentir en las valoraciones del BBVA y del Banco Santander, aludiendo a las dificultades añadidas que se atisban ante la hipótesis de que la crisis se prolongue en España más allá de lo que ocurra en los países de su entorno y en aquellos en vías de expansión. Esa cautela, unida al esfuerzo que está realizando la Banca para dotarse de un colchón de provisiones lo suficientemente mullido como para encarar eventuales insolvencias, deja constancia de la mella que van haciendo la parálisis de la actividad económica, el enfriamiento extremo del consumo en paralelo al aumento del paro, el repunte de la morosidad y el declive sostenido del mercado inmobiliario. Este último factor, tan distintivo de un modelo de crecimiento hoy abiertamente cuestionado, resulta indisoluble de la problemática situación que sufren parte de las entidades financieras españolas -en particular, las cajas- y de algunos de los temores que embargan incluso a las más potentes y estables. El hecho de que Banesto haya decidido poner a la venta a partir del próximo lunes 1.200 viviendas con descuentos de hasta el 40% refleja nítidamente la anomalía de un país de propietarios en el que el hundimiento del sector de la construcción y del mercado inmobiliario ha transformado a bancos y cajas en improvisados colocadores de los pisos impagados que financiaron en los años buenos. La insistencia del Gobierno en dar por iniciada la estabilización del sector puede estar abonada por la contención en la debacle. Pero cualquier mensaje institucional que no incluya, junto a los presupuestos más voluntaristas, una continuada advertencia sobre la necesidad de redimensionar el mercado inmobiliario y cambiar, incluso, una filosofía de vida colectiva quedará lastrado en su objetivo de cambiar patrones de comportamiento económicos y sociales. En este sentido, resulta prudente que el Banco de España prevea un aumento de las provisiones bancarias cuando éstas se dediquen a cubrir el valor de los inmuebles aceptados como pago de deudas.