Apuntes

¿Nochebuena?

Miles de familias gaditanas no podrán disfrutar de una cena especial ni tan siquiera tendrían algo que comer sin el auxilio de la caridad

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El señor Scrooge se ha apoderado definitivamente del espíritu navideño, lo ha encerrado en un baúl y ha tirado la llave en lugar desconocido. El avaricioso personaje de Dickens ha conseguido robar la ilusión a miles de gaditanos que este año cruzaron el umbral de la pobreza. En sus hogares, la Navidad se congeló como un recuerdo del pasado; de esos tiempos mejores, cuando todos sus miembros se reunían en Nochebuena para celebrar ya sea la festividad cristiana o simplemente el motivo de sentar en la misma mesa a familiares que hacía tiempo que no se veían. Esas imágenes coloreadas del rojo pascua y adornadas de espumillón son un doloroso pasado para quien pudo disfrutarlo alguna vez y ahora solo le queda esquivar estas fechas para no ahondar más en la herida.

Con un país dividido entre los que aún pueden celebrar algo; los que apuran las últimas reservas y los que apagaron hace tiempo el frigorífico porque no hay nada que conservar, el calendario festivo que arranca esta noche con la primera celebración invita a bien poco.

Aquellos que deciden que esta sociedad debe seguir apretándose el cinturón, podrían hacer el ejercicio práctico de pasar esta noche por alguno de los comedores sociales que velan por que nadie pase hambre. Y comprobarán que a esta provincia, a este país, ya le quedan pocos agujeros en su cinturón. Una experiencia que bien podría servirles para modular las temidas reformas, empatizar con los más necesitados e impedir que la masa de miseria siga creciendo en este país. En ese lodazal de necesidad germina con extraordinario vigor las semillas de los salvadores, de los que prometen un nuevo mañana para robar con la otra mano el presente y el futuro de todo un pueblo. Y de eso, esta España aún tiene memoria.

Por eso, esta Nochebuena debería ser un recordatorio de lo que ocurre en otras mesas sin mantel, en hogares sin esperanzas, con la ilusión de que esté cerca el día que la inmensa mayoría vuelva a tener motivos para levantar su copa.