OPINIÓN
La nostalgia como negocio
Mientras el futuro asusta con sus inteligencias artificiales y su incertidumbre, el mercado nos ofrece un billete de vuelta a un pasado idealizado
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Iniciar sesiónHace apenas una semana, Netflix estrenó la primera parte del final de Stranger Things. La respuesta fue inmediata: 60 millones de visualizaciones en solo cinco días, el mejor estreno de una serie en inglés en la historia de la plataforma. Para lograrlo, Netflix invirtió 480 ... millones de dólares en esta temporada, no solo para cerrar la trama de Once, sino para perfeccionar un negocio infalible: vender nostalgia. Lo más llamativo es que este fenómeno atrae por igual a quienes vivimos los 80 y a una Generación Z que añora una época que nunca conoció. Mientras el futuro asusta con sus inteligencias artificiales y su incertidumbre, el mercado nos ofrece un billete de vuelta a un pasado idealizado. Digamos que en tiempos de cambio acelerado, lo conocido nos calma.
Este anhelo por lo retro se manifiesta en múltiples industrias. En el ocio, por ejemplo, vivimos una edad de oro analógica: sagas como Dungeons & Dragons facturan hoy más que nunca, demostrando que millones de personas prefieren quedar físicamente para tirar los dados y antes que aislarse en un videojuego online. En la fotografía, Kodak registró un aumento del 15% en sus ingresos por materiales analógicos en el último trimestre, impulsado por quienes buscan escapar de la perfección artificial de los filtros digitales. Incluso la tecnología más avanzada debe competir hoy con el auge de los dumbphones, la antítesis del smartphone, un mercado que supera los 200 millones de unidades anuales y crece como herramienta de desintoxicación digital. Nintendo, por su parte, triunfó con las versiones «Mini» de sus consolas clásicas, que se agotaron en horas, y los vinilos llevan 18 años de crecimiento ininterrumpido, superando a los CD.
¿El motivo? El pasado se ha convertido en el producto perfecto: ya conocemos su final y nos ofrece la seguridad que el futuro no puede garantizar. En un mundo obsesionado con la innovación, se ve que la nostalgia nos ha ganado la partida.
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