Editorial

Real y realista

Juan Carlos I reiteró su confianza en que la sociedad española saldrá de la crisis asumiendo el sacrificio que ello comporte

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El Rey Juan Carlos conectó en su discurso de Nochebuena con el sentir ciudadano al reclamar que el esfuerzo de las instituciones y de los agentes sociales se dirija a la generación de empleo, al advertir de que la Justicia es igual para todos y al exigir a ETA que desaparezca para siempre. La crisis y sus consecuencias fueron el tema principal de su mensaje, mostrándose prudente al dirigir una mirada crítica hacia «los comportamientos en los que hayamos podido equivocarnos», respetando así la función que atañe a las demás instituciones. Aunque fue claro en su llamada a sumar voluntades, acercar posiciones y actuar con rigor y convicción para encaminar al país hacia en futuro y en su defensa del Estado de Bienestar como garante de la cohesión y la justicia social. Su Majestad quiso hacerse partícipe de una convicción general: la situación exigirá sacrificios. Al calificar de «moralmente inasumible» la tasa de paro que soporta la sociedad española ofreció el argumento inapelable por el que «todas las medidas deben tener como objetivo final la recuperación del empleo». Este año la alocución del Rey había despertado especial interés dado que la ciudadanía necesitaba su personal pronunciamiento frente al escándalo Urdangarin. Con palabras justas Su Majestad no solo valoró la inquietud existente al respecto como una reacción natural, sino que quiso subrayar la importancia que reviste la ejemplaridad en el desempeño de las funciones públicas, pidiendo que no se generalicen los comportamientos individuales en menoscabo de la credibilidad de las instituciones. Su advertencia de que «la Justicia es igual para todos» vino a subrayar el reproche que dirigió a las conductas irregulares. Como ha sido habitual en sus mensajes navideños, recordó a las víctimas del terrorismo, aunque relacionándolas esta vez con el inexorable final de ETA como resultado de un empeño colectivo por demostrar que «los proyectos totalitarios no tienen cabida en la España democrática». Su exigencia de que la banda etarra entregue ya las armas y desaparezca para siempre constituye un objetivo ineludible para la democracia y sus instituciones. Un Rey confiado en el pundonor de sus conciudadanos anunció, tras la reciente alternancia en el gobierno, que la Corona seguirá procurando una «convivencia integradora» en una realidad plural.