Opinion

Retorno a la escritura

Es gozoso contemplar como Facebook o Twitter canalizan grandes flujos de creatividad

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En el entorno del cambio de milenio, cuando los teléfonos móviles llegaban a su apogeo y el audiovisual se había impuesto enérgicamente, llegó a parecer que la palabra escrita entraba en decadencia. Sin embargo, las cosas han cambiado: la plena consagración de Internet en los ordenadores y en los móviles, así como la creciente implantación de las redes sociales, primero en las generaciones jóvenes y después en el resto, han devuelto a la escritura una relevancia insospechada, aunque en gran parte no sea letra impresa en papel sino secuencias virtuales de palabras.

En conjunto, se trata de una buena noticia, que demuestra que el placer de la abstracción es irreversible en las sociedades avanzadas. La comunicación escrita tiene matices que el audiovisual no proporciona, y es gozoso contemplar cómo Facebook o -sobre todo- Twitter gestionan grandes flujos de creatividad, de ingenio, de cultura en una palabra. La vida diaria de las personas, que está de forma creciente ligada a Internet como vehículo de comunicación e información, se enriquece mediante estas tramas de intercomunicación en las que lo simbólico se fusiona con lo biográfico y con lo literario.

Estas evidencias auguran feliz y larga vida a la Literatura, aunque también en este punto la innovación -el ingreso del ebook en nuestras vidas- es imparable. La Fiesta del Libro, que acaba de celebrarse este año en su formato convencional, será dentro de poco (además) un alarde virtual. Y enriquecido por una mayor facilidad de acceso a las fuentes: ¿alguien se imagina un mundo sin libros agotados?

Estas evidencias empiezan a tener calado institucional. Los docentes se percatan de la creciente importancia de la ortografía. La Academia se felicita por las nuevas tendencias y el académico Salvador Gutiérrez, coordinador de la nueva ortografía, señala gozoso que nunca como ahora los jóvenes y los mayores habían escrito tanto. Lógicamente, arrima el ascua a su sardina: «hay que escribir bien, pero no existe una buena escritura con mala ortografía». Lo afirma en un reportaje de la prensa catalana que ilustra sobre la baja sensibilidad que existe al respecto y sobre la necesidad de que la escuela recupere con renovada abnegación su función esencial de enseñar a escribir.

Y ¿qué sentido tiene en realidad todo esto? Cabría sin duda escrutar los senderos de la psicología que conducen a la autoafirmación y a la autoestima pero es mejor detenerse en Max Aub: «escribo porque es mi mejor manera de pensar», dejó dicho. Y en otra ocasión añadió que «se escribe para dejar rastro». Todo lo cual quedaría incompleto sin la declaración final: «escribo para ganar tiempo» por lo cual «moriré con la pluma en la mano». Una hermosa manera de aliar la existencia con la escritura.