Opinión

Recordando el maremoto de 1755: las cosas empiezan a cambiar

Todo comenzó con un político, el alcalde de Chipiona, que oficialmente llevó al pleno, el 16 de julio de 2020, la propuesta de que su municipio se convirtiera en el primero de España en estar preparado para hacer frente a la llegada de un posible maremoto

Gregorio Gómez Pina / Doctor, Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos

Como todos los años, acudo fiel a mi cita de recordar la efeméride del terremoto de Lisboa del primero de noviembre de 1755, que, por su gran magnitud (8,5 grados), desencadenó el llamado maremoto de Cádiz, cuyo recuerdo se honra con las dos entrañables procesiones, la de la Virgen de la Palma, en el Barrio de la Viña en Cádiz, y la del Cristo de la Misericordia, en Chipiona. Dos tradiciones que siguen conservándose desde entonces, y a las que animo desde aquí a conocer y participar. Este artículo constituye ya el número veintiocho de los publicados por mí en este periódico relacionado con los temas de los tsunamis. Un trabajo divulgativo que me impuse tras conocer la que posiblemente ha sido la mayor catástrofe natural en la historia moderna, el llamado «Tsunami del Índico» (275.000 muertos, 45.000 desaparecidos y 125.000 heridos), debida, «simplemente», a la llegada de unas «extrañas» olas, diferentes a las que estamos acostumbrados a ver. Todo ello sucedió a lo largo de las costas de la mayoría de los países que bordean el océano Índico. Algunos, como Tailandia, sufrieron la pérdida de cientos de turistas que disfrutaban de un espléndido día de sol en sus playas. La magnitud de la tragedia fue tal que incluso un país como Suecia celebró un funeral de estado en honor a los 575 turistas allí fallecidos.

En mi artículo del pasado 1 de noviembre, hice un recordatorio de los temas tratados, notándose a lo largo de su lectura, un claro desánimo inicial, por el poco interés mostrado, en general, por los responsables públicos. Un político, salvo alguna excepción, digamos que no mira más allá de los cuatro años que dura su legislatura. Un tema como este, del que sólo se sabe que sucedió en 1755 (aunque históricamente hubo otros anteriores), y que no podemos saber si sucederá mañana, o dentro de mil años, pero que, según la comunidad científica especializada, se repetirá, pues, va a resultar no ser uno de sus temas de interés. Y si encima crea alarmismo y hasta se piensa que puede afectar al turismo, pues mejor pasar por encima. Esa ha sido la experiencia que hemos sentido los que mostramos interés en que el Golfo de Cádiz tenga un plan específico de prevención anti-tsunamis. De eso podíamos hablar largo y tendido, mencionando nombres de responsables públicos, instituciones y situaciones vividas, que avalan lo anteriormente dicho. Pero nada se ganaría con hacerlo ahora, pues afortunadamente, como indica el título de este artículo, las cosas empiezan a cambiar. A la gran ola hay que mirarla de frente, sin alarmismo, pero con determinación, aunque no sepamos cuándo llegará.

Todo comenzó con un político, el alcalde de Chipiona, que oficialmente llevó al pleno, el 16 de julio de 2020, la propuesta de que su municipio se convirtiera en el primero de España en estar preparado para hacer frente a la llegada de un posible maremoto a su costa. Para ello estableció un compromiso con el prestigioso Instituto de Hidráulica de Cantabria, para que el municipio de Chipiona se uniese al ambicioso programa «Tsunami Ready» (cuya traducción literal es «preparado para un tsunami) auspiciado por la UNESCO, y en el que tuve la gran satisfacción de participar, de forma desinteresada, dados mis antiguos vínculos profesionales y académicos con dicho instituto. La certificación fue oficializada el 21 de junio de 2024.

Otra razón muy importante para comprobar que las cosas empezaban a cambiar fue la presentación, en junio de 2023 en El Puerto de Santa María, por parte del consejero de la presidencia de la Junta de Andalucía, Antonio Sanz, del «Plan de emergencia ante el riesgo de maremotos en Andalucía», el primero y único en España.

Este plan establece la estructura organizativa y los procedimientos de actuación necesarios para una adecuada respuesta ante posibles tsunamis en la costa andaluza, formando parte integral del Sistema Nacional de Alerta por Maremotos. El plan obliga a todos los municipios de Andalucía a redactar sus Planes de Actuación Local ante Maremotos para que cumplan una serie de objetivos que garanticen la protección de su población, las infraestructuras y el medio ambiente. Su objetivo principal es reducir el tiempo de respuesta para salvar vidas. Para ello, los municipios deberán, entre otras cosas, identificar y señalizar las rutas de evacuación, establecer puntos de encuentro seguros y mantener a la ciudadanía informada y protegida, prestando especial atención a los colectivos más vulnerables.

En este sentido, solo han sido cuatro los municipios que han presentado sus planes de actuación local, para su homologación por la Comisión de Protección Civil de Andalucía, tras haber sido aprobados por sus respectivos plenos municipales: Chipiona, Cádiz, Puerto Real y San Roque. Además, se tiene conocimiento de la finalización del plan del Rincón de la Victoria, en Málaga, y de la muy pronta presentación del de Tarifa.

Podemos decir entonces que las cosas están cambiando, aunque muy lentamente. A excepción de los ayuntamientos mencionados, el resto no ha iniciado siquiera los estudios y trámites correspondientes para tener sus planes locales, a pesar de la obligatoriedad legal. Esto deja a la mayor parte del litoral andaluz ante un estado de vulnerabilidad elevada, frente a un posible terremoto superior a 6,5 grados, capaz de originar potencialmente un tsunami. He escrito en algún artículo anterior que sigo sin entender cómo los alcaldes de dichos municipios pueden estar tan tranquilos, especialmente de cara al próximo verano, con sus playas abarrotadas de gente y una sociedad que está empezando a sensibilizarse, e incluso alarmarse, por la cantidad de terremotos y avisos de tsunamis que se están produciendo en distintas partes del mundo. Y sobre el resto de España, que sigue sin reaccionar, prefiero no opinar; me faltaría espacio… aunque no ganas.

Esperemos que el gran simulacro de maremoto, organizado por el Ayuntamiento de Cádiz este 20 de noviembre en la ciudad de Cádiz, y que contará con todos los cuerpos de seguridad, sanidad y emergencias, en coordinación con la Junta de Andalucía, sea un importante llamamiento para que los ayuntamientos que ni siquiera han empezado a plantearse que tienen la obligación de iniciar sus planes de prevención anti-tsunamis, reaccionen con inmediatez. También espero que sus responsables políticos reflexionen sobre las responsabilidades en las que podrían incurrir por ignorar este asunto, del que, al menos en Andalucía, llevan mucho tiempo advertidos.

¡Que las sirenas suenen bien fuertes en los dos únicos municipios que las tienen, Chipiona y Cádiz, para poder decir que las cosas están empezando a cambiar en Andalucía! Sería la mejor forma de recordar el maremoto de Cádiz de 1755. ¡Que cumplamos el lema, sin alarmismo: «Prevenir y educar, para no lamentar»!

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