Editorial

Huelga genérica

Un mar de incógnitas e incertidumbres rodea la convocatoria de los sindicatos

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La confirmación de que los sindicatos CC OO y UGT van a convocar una huelga general contra la reforma que el Gobierno tramitará parlamentariamente a partir de mañana no sólo presenta como incógnita su fecha de celebración, que las centrales fijarán hoy. Lo que menos claro queda es la norma legal a la que tratarán de responder con su protesta, toda vez que el Ejecutivo parece decidido a tramitarla mediante un proyecto de ley, y sobre todo el panorama económico con el que se encontrará la huelga si, como parece, se pospone para después del verano. Es probable que Fernández Toxo y Méndez prevean que el paso del citado proyecto por las Cortes conlleve mayores cambios normativos sobre el mercado de trabajo, porque el Gobierno se vea obligado a atender demandas de mayor flexibilización del mismo. Pero la legitimidad que los sindicatos pueden esgrimir a la hora de convocar la huelga general en ningún caso será superior, ni siquiera equiparable, a la que represente el Parlamento cuando por mayoría reforme el actual marco legal. Por comprensible que sea la dificultad mostrada por las centrales sindicales para alcanzar un acuerdo con las organizaciones empresariales y el propio Gobierno, es esa misma imposibilidad la que faculta e incluso obliga al poder Ejecutivo a poner en marcha su propia iniciativa legislativa. Algo de lo que eran perfectamente conscientes CC OO y UGT, y que en el fondo les ha permitido sacudirse la carga de responsabilidad que les hubiera supuesto proseguir con un diálogo social imposible de conducir hacia resultados operativos. Por esto mismo sería bueno que los sindicatos precisaran claramente qué aspectos de la iniciativa gubernamental -y de la reforma final- les parecen «lesivos» para el interés de los trabajadores. En el probable caso de que la convocatoria de huelga general se posponga, los propios sindicatos tenderán a diluir el objeto de la misma apelando al desagrado colectivo que las consecuencias de tan prolongada crisis global genera en la ciudadanía, especialmente si coincide con una movilización a nivel europeo. La incertidumbre es tal que nadie sabe qué nuevas sombras puede depararnos la evolución de la economía en la perspectiva del próximo otoño. Por lo que CC OO y UGT harían bien en moderar su actitud ante medidas de ajuste y reforma que podrían verse superadas por los acontecimientos.