Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
TRIBUNA

Esperando a Obama JOAQUÍN ROY DIRECTOR DEL CENTRO DE LA UNIÓN EUROPEA DE LA UNIVERSIDAD DE MIAMI

Todo parece desproporcionado en las expectativas que rodean la toma de posesión presidencial de Barack Obama. Los cálculos de la asistencia a la ceremonia (¿más de un millón?), el desfile y los fastos adicionales (bailes y cenas), y la audiencia televisiva superan todas las experiencias. Convierten el acontecimiento en difícil de igualar en las siguientes décadas y sobre todo minimizan el recuerdo de semejantes actos del pasado siglo. El evento es una noticia por triple razón.En primer lugar, la noticia se generó con la elección de noviembre del primer presidente negro de la historia de Estados Unidos. No solamente este detalle racial es importante, sino que el origen de Obama no se corresponde, como habría sido normal, con un descendiente de esclavos norteamericanos. Obama procede de un origen mixto, de madre blanca (ortodoxamente anglosajona) y padre africano, residente ocasional en Estados Unidos. La elección de Obama confirma el mito americano, curiosamente, de que cualquiera puede llegar a ser presidente. Pero si no es blanco, tampoco necesita ser negro a la manera americana tradicional, sino que puede ser con rigurosidad afroamericano.

Actualizado:

En segundo término, noticia también es el contraste entre las expectativas que levanta la inminente toma de posesión y la calamitosa despedida de George W. Bush. Mientras el resto del Universo y la propia nación americana lo esperan todo del nuevo mandatario, el deseo más generalizado es que se esfume la huella del presidente que se jubila con los índices de impopularidad más altos de la historia. Desde el 92% de apoyo del que disfrutaba tras el 11 de Septiembre, ha dilapidado implacablemente este capital político hasta irse con un mero 30%. Naturalmente, hay excepciones de sus incondicionales y de un amplio sector del electorado norteamericano, aunque no tan notable como casi el 50% que tozudamente votó a McCain. En este apartado, llama la atención la casi nula disposición de Bush para arrepentirse de ninguna de sus acciones en estos ocho años. Como símbolo del mutuo desdén con los medios de comunicación, la sala de su última conferencia de prensa no se llenó. Aunque puede considerarse como detalle excepcional, la opinión de su vicepresidente Cheney sobre la legalidad de la asfixia simulada en los interrogatorios en Guantánamo seguirá pesando en el debe del balance de este tándem. La prometida clausura de la prisión en cuanto Obama llegue al poder no podrá borrar las violaciones de la conducta en una 'guerra' como la que Bush decía que se había declarado. Curiosamente, su fiscal general, el fiel abogado chicano Alberto Gonzales, fascinó a Bush considerando la Convención de Ginebra como «pintoresca».

Por fin, el cambio de guardia se produce en medio de la mayor crisis económica que Estados Unidos y el mundo han experimentado desde los años 30. Obama no solamente hereda un edificio financiero con grietas alarmantes, sino que los análisis más preocupados señalan dos culpables primordiales. En primer término, destaca el propio andamiaje capitalista que parece incapaz de distribuir hacia abajo los beneficios, en plena ortodoxia de la Escuela de Chicago que embelesó a Ronald Reagan. En segundo plano, se cree que la expansión mundial del problema ha sido causada por la máxima potencia, que se había quedado en solitario con el control estratégico del planeta tras la desaparición de la Unión Soviética. En el interior del país, se notan la incomodidad y las dudas acerca del sistema que, sin control gubernamental alguno, ha destrozado no solamente fortunas, sino las vidas de familias modestas. Estupefactos, los ciudadanos contemplan cómo el país que se resiste a reconocer los experimentos socialdemócratas de su historia más reciente, ahora los aplica selectivamente al rescate de empresas privadas.

Los retos y los remedios

Esas tres dimensiones presiden la toma de posesión de Obama. Como si se tratara de un mesías prometido, el hasta ahora senador novato de Illinois es contemplado como el mágico generador de todos los remedios que el panorama actual merece. El reto es preocupante, desde cualquier ángulo. Obama ha sido elegido en el peor momento, aunque todo le empuje a ejecutar su plan de cambio, según el eslogan de la campaña. Tal como muestran una cifras comparativas, todo ha subido (o bajado, o se ha quedado igual, depende) desde el cambio de siglo.

Por ejemplo, la cocaína cuesta igual que en 2000. Mientras, el número de tropas ha permanecido estacionario y unos miles de soldados americanos han regresado de Bosnia, Alemana y Arabia Saudí, más de 200.000 están en Irak y Afganistán. Desde casi 40 millones de norteamericanos sin seguro médico, la cifra ha aumentado hasta 45. Los 8,4 millones de sin papeles se han convertido en 11,9. Los pobres han aumentado de 31,1 millones a 37,3. Los presos han ascendido de 1,9 millones a 2,3. Los 300 'billonarios' de 2000 hoy son 454. En un país en el que la obsesión por la segunda residencia es prácticamente desconocida, y donde las familias prefieren empeñarse en hipotecas para financiar la educación universitaria de sus hijos, ahora ya no pueden respaldar la solicitud de préstamos bajo la amenaza del desahucio y el desempleo. La promesa de apoyo de los correligionarios de Obama sigue firme y el Partido Demócrata puede encarrilar las medidas necesarias para corregir el desastre económico. Pero conviene recordar que el sistema político norteamericano no funciona al modo de los tradicionales europeos, donde impera la disciplina de partido y el voto está sujeto a las cambiantes circunstancias de las respectivas jurisdicciones. El transfuguismo instantáneo es la norma y el presidente no puede dar por descontado el apoyo diario.Obama tampoco puede confiar en la aplicación del complejo de culpa de amplios sectores de la ciudadanía norteamericana, que vieron con gran oportunismo la ocasión de votar por el candidato negro para lavar sus culpas históricas. La resistencia racista amenaza, lista para contraatacar, sin que los sectores activistas por la igualdad de derechos puedan hacer algo más que protestar e insistir en la aplicación de las leyes.

En el exterior, Obama va a trabajar contrarreloj en el doble frente económico y estratégico, bajo la presión de aliados y enemigos de Estados Unidos. El mayor reto será no apresurarse y elegir los aparentes amigos entre los que estén dispuestos a dar una aceptación incondicionada a las peticiones de colaboración de Washington. Los verdaderos aliados efectivos serán precisamente los gobiernos que ofrezcan críticas constructivas, no los que anhelan simplemente convertirse en oportunistas seguidores de una política norteamericana sin rumbo. Obama deberá evitar, por lo tanto, que vuelva a dilapidarse la consideración editorial de Le Monde el 12 de septiembre de 2001 («Todos somos americanos»). De él depende que el «Todos somos votantes de Obama» permanezca efectivo el tiempo necesario.