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Mimando la hostelería

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Hay amores que matan. Y esto será lo que le pasa a Cádiz con la hostelería. De otra forma no se entienden las últimas noticias que nos llegan y que afectan al presente y al futuro del único sector que genera empleo en Cádiz, tanto en la capital como en el resto de la provincia. Pero especialmente en esta ciudad, los hosteleros están recibiendo cada sopapo que deben de tener ganas de montar el chiringuito en otra parte. Es escandaloso lo que está ocurriendo con la Escuela de Hostelería Fernando Quiñones. Nadie aclara dónde ni cuándo se reanudarán las clases. Al menos no hay ninguna propuesta en firme, mientras que los cientos de alumnos de esta institución, que ha sido bandera de la formación en la provincia, se plantean ya perder el año y matricularse en otro centro para el próximo curso. Las administraciones implicadas (y esta vez son del mismo signo político) hablan entre dientes, sin hacer una apuesta coordinada. Hace unos días se oía al presidente de Diputación en la radio explicar que la idea de trasladar a los alumnos desde el centro de Cádiz al hotel (de tres estrellas) Fuentemar de Chiclana fue solo una propuesta temporal para solucionar el problema a corto plazo. Mientras que la alcaldesa de Cádiz ya ha dicho que tiene una ubicación clara para la institución docente. Pero el lugar sigue estando envuelto en un misterio inexplicable a estas alturas del curso. Fueron los propios técnicos municipales los que alertaron del peligro en las instalaciones y ahora se ha vuelto a barajar el regreso a Valcárcel. Lo que está llegando mientras tanto a los ciudadanos es que los responsables políticos no saben cómo resolver este problema ahora que se acabó el dinero. Otra muestra de cariño desbordado hacia el hostelero gaditano ha sido la subida de las tasas por cada mesa y cada silla que ponen las terrazas. Este ha sido el incremento de precios más alto en porcentaje de la nueva ordenanza fiscal municipal para 2013. Los propietarios de los bares no sueltan prenda públicamente; se deben a su público y a las buenas relaciones con la Administración, pero en confianza se despachan contando que están fritos a gastos e impuestos. Son los únicos que tienen algo, muy poco, de cintura para contratar y se les está acabando el margen.