Apuntes

El oro alemán

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Me contaba un amigo bancario (que no banquero) que tenía un cliente al que le tocó la lotería. Era un hombre algo mayor, cateto, desconfiado, y lejos de pensar en generar intereses y en aumentar su fortuna, se tomaba el ingreso en la sucursal como una mera caja de seguridad, como una gigantesca loseta. Eran tantos billetes que no le cabían en su habitual escondrijo, arañado durante varias noches debajo del armario de su alcoba, y casi no tuvo más remedio. De manera que, al menos una vez al año, el buen hombre quería echarle un vistazo a sus números, pero no a través de balances ni estados de cuentas, sino literalmente, billete sobre billete, al taco. Y como la suma no era nada desdeñable, pues ese día la actividad de la oficina se centraba en llenar el despacho del director de billetes amontonados. El privilegiado cliente llegaba temprano, se recreaba un rato en la visión de su tesoro, y se marchaba por donde había venido. Satisfecho.

Los alemanes, como el afortunado ahorrador, están muy ofuscados por las reservas de oro nacionales, de las que la mayor parte están en Estados Unidos. No se fían de que los yankis les den gato por liebre, les cambien los lingotes por barras de hierro pintadas de dorado, y quieren llevarse un puñado de toneladas para fundirlas y analizarlas. Por si acaso. Bendita preocupación la del que no tiene nada de qué preocuparse. ¿Se imaginan ustedes a algún español, griego o italiano debatiendo sobre las patrias reservas del banco nacional? ¿Aquí tenemos de eso? Con buscar cada mañana trabajo para pagar la hipoteca y comer ya tienen suficiente, y no poca tarea.

Definitivamente existen dos europas, separadas por décadas de desarrollo, no solo económico, también social y político. Fue muy bonito sentirse todos parte de una misma gran familia, pero este modelo de Unión nos está llevando a los hermanos menores a un empobrecimiento que ya es insostenible. Esta Europa no puede funcionar mientras el problema para unos sea luchar contra los desahucios, el paro y el hambre. Para que otros puedan seguir contando lo que han guardado debajo de la loseta.