LA ESPERANZA COLECTIVA 20 2

Bicentenario de la laureada

COMANDANTE DE CABALLERÍA, ABOGADO Y ECONOMISTA Actualizado: Guardar
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En este mismo medio, (LA VOZ, 08-06-2010) con motivo del bicentenario de la creación del Cuerpo de Estado Mayor, tuve ocasión de exponer que las Cortes de Cádiz, al pretender crear un marco jurídico que permitiera acabar con el Antiguo Régimen, propiciaron un profundo cambio de la sociedad española incluidos, lógicamente, el Ejército y la Marina. Una de las más importantes reformas militares llevadas a cabo en aquella época fue la creación del Cuerpo de Estado Mayor, el 25 de mayo de 1810, pero no fue la única. En efecto, las Cortes de Cádiz, para atender a lo que hoy llamaríamos «demanda social» de público reconocimiento para la multitud de actos heroicos que, en aquellos tiempos, se multiplicaban por toda la geografía española contra la ocupación francesa, a propuesta del diputado suplente por Buenos Aires teniente coronel Don Luis de Velasco, decidió crear en agosto de 1811 una nueva Orden, la Nacional de San Fernando, de forma que «solo el distinguido merito sea convenientemente premiado, y que nunca pueda el favor ocupar el lugar de la justicia».

En el Antiguo Régimen, los premios más o menos honorarios eran una continuación de los usos y costumbres medievales, distribuyendo la Corona con absoluta discrecionalidad cargos, oficios, distinciones, prebendas y sinecuras. En este sentido, la creación por las Cortes de Cádiz de la Orden Nacional de San Fernando, por la que se pretendía premiar acciones distinguidas en guerra, fue la primera condecoración española, civil o militar, cuya concesión estaba exclusivamente basada en el merito personal del premiado, en concreto, en una acción de armas de valor heroico frente al enemigo. La ausencia de previos «requisitos de cuna», ni de graduación militar, así como la necesidad del juicio contradictorio que garantizase la acreditación del merito, que de paso, restaba a la Corona la libertad de concesión de la misma, venían a caracterizar la nueva Orden como auténticamente «liberal» y «doceañista». De hecho, no fue retroactiva más allá del 2 de mayo de 1802, y eso que, a la fecha de su creación vivían innumerables y honorables héroes de recientes guerras, como Trafalgar, San Vicente, Gibraltar o Río de la Plata. Se pretendía crear una Orden distinguida y respetada, propia de la Monarquía Constitucional.

La Orden Nacional de San Fernando fue creada por las Cortes de Cádiz mediante el Decreto núm. LXXXVIII de 31 de agosto de 1811, con los loables fines que hemos expuesto, aunque en honor a la verdad, no se consiguió al completo, por cuanto que, se concedieron laureadas a integrantes de la familia real, a nobles sin merito militar alguno, a extranjeros por razones de política internacional, a militares por meritos meramente administrativos o políticos, así como por meritos militares más que dudosos, incluso a veces por simples revueltas, tan propias del siglo XIX. No obstante, cuando estos hechos ocurrían, se trataban de corregir, y en general, la Orden de San Fernando ha sido objeto de gran estima y consideración. En ocasiones también se les concedió a civiles, como en fue el caso en 1813, de los celosos funcionarios de la Real Hacienda, en Mendoza, hoy Argentina, Don José Domingo Torres y Harriet y Don Joaquín Gómez de Liaño, por su heroico comportamiento, del que nos dejo una excelente crónica nuestro ilustre paisano Don José María Pemán. Se discute quien fue el primer laureado, aunque entre los candidatos sobresale el sargento de Caballería don Antonio García, 'El Inmortal', quien fue herido 32 veces, prisionero y posteriormente fusilado, sin que los cuatro disparos que impactaron sobre su cuerpo fueran suficientes para acabar con su resistente vida. Consiguió recobrar una bandera española en denodada lucha contra 17 franceses. Este personaje merece dedicación especial, y tanto fue el reconocimiento público de su valor, que fue recibido y honrado por las Cortes de Cádiz el 16 de febrero de 1813.

Una de las primeras laureadas concedidas -por cierto, eximido por las Cortes del juicio contradictorio- fue a Sir Arthur Wellesley, más conocido por Lord Wellington, a quien posiblemente la Orden de San Fernando le debe su permanencia, ya que, cuando Fernando VII volvió en 1814, quiso derogarla, como todo lo legislado por las Cortes de Cádiz, pero por consejo de Wellington la mantuvo con la nueva denominación de Real y Militar Orden, pero eso sí, concedida por real gracia, y sin juicio contradictorio, muy propio de la nueva época absolutista, lo que vino a avalar y a ratificar la concepción liberal de la Orden de San Fernando creada por las Cortes de Cádiz.

Solo dos mujeres han pertenecido a la Orden de San Fernando, ambas como Soberanas y Grandes Maestres de la misma, Isabel II y la regente Doña María Cristina, aunque solo la primera lo fue por derecho propio. El Duque de la Torre, Alcalá Zamora y Azaña también lo fueron, el primero como Presidente del Poder Ejecutivo de la I Republica y los dos últimos como presidentes de la II. La Real y Militar Orden de San Fernando, ha respetado las laureadas concedidas en el ejercito carlista, como la del General Zumalacárregui, así como, lógicamente, las concedidas por la II Republica, entre otros, al isleño capitán Fermín Galán, fusilado por alzarse militarmente para imponer la Republica por las armas, aunque se le reconoció, a título póstumo, por sus meritos en África; o al General López Ochoa, quien redujo la sublevación de Asturias, aunque su republicana laureada no le libró de una cruel, atroz y macabra muerte. Durante la Guerra Civil, el Gobierno de la II Republica renunció primero de facto y después de iure a la Orden de San Fernando, ¿por qué?; aunque en el año 1937 instituyó la Placa Laureada de Madrid, que se le otorgó, entre otros, a los generales Miaja y Rojo. El 9 de noviembre de 2007 falleció el Teniente General de Caballería don Adolfo Esteban Ascensión, último laureado vivo del Ejército español.

Con motivo del I Centenario de las Cortes de Cádiz, a propuesta del entonces capitán y escritor gaditano Celestino Rey Joly, correspondiente de la Real Academia de Historia, propuso que en honor al legislador doceañista se fijase una lapida -que aún permanece- encima de la puerta de la fachada principal del Oratorio de San Felipe Neri, por la que los caballeros laureados rendían tributo a las Cortes de Cádiz y al diputado suplente por Buenos Aires, aunque era natural de Sucre, Bolivia, teniente coronel Don Luis de Velasco. Alfonso XIII como Jefe Supremo de la Orden aceptó tal iniciativa por considerarla «muy justa y patriótica». ¿Caerá en el olvido con motivo del Bicentenario?