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Sombras sobre la Corona

Esto es algo más que el cuento de final feliz invertido donde el príncipe azul se convierte en rana

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Cada capítulo del yerno del Rey en los tribunales tira otro tajo al crédito de la Monarquía. Y como los estereotipos visten más que un traje de Forever Young, Urdangarin ya está incorporado al retablo de las maravillas de la picaresca nacional cuya nutrida nómina de descuideros va de Luis Candelas al hermanísimo Juan Guerra, del Tempranillo a Luis Roldán o al magín de Jaume Matas. Pero más allá del canon, Urdangarin ya es un símbolo en ese imaginario al hacer correr la sangre azul por los aliviaderos de la venalidad. El paseíllo ante el juez entre gritos agrios de 'chorizo' no se amortiza sin más. No es la primera vez que la Familia Real se ve salpicada -entre leyendas oscuras sobre el petróleo del Golfo o los tejemanejes del cepillo global del Marqués del Prado- pero con Urdangarin se ha roto la 'omertá' mediática para saltar a las primeras páginas, donde comparte honores a cinco columnas con los golfantes de los fondos de reptiles o la avifauna de Gürtel. Su declaración, a pesar de la desmemoria, pone en órbita contratos y concursos ficticios, facturas falsas, precios manipulados, conectando la Casa Real a la corrupción con letras y cifras mayúsculas. Es algo más que el cuento de final feliz invertido donde el príncipe azul se convierte en rana.

No parece que este enredo se vaya a recomponer retocando la fotografía de la familia en Palacio con photoshop. Por más que el Rey sacara a Urdangarin a pocas semanas de estallar el escándalo para minimizar los efectos sobre la Corona, aplicando el expeditivo borrado del estalinismo, difícilmente puede salir indemne. La ciudadanía ya le ha dado un suspenso en el CIS. La resistencia de materiales de la Monarquía es muy desigual, y si Corona británica puede encajar mucha tralla con su vigorosa continuidad histórica, aquí no. Sin duda el prestigio del Rey tiene mucha reserva, y su imagen como embajador de España ya sea para negociar el AVE de La Meca o engrasar las relaciones con EE UU celebrando Acción de Gracias en el rancho Crawford de los Bush, pero bajo el plomo de la crisis se ha rebajado mucho la tolerancia sentimental. El caso escuece en la sociedad. Y las 500 preguntas percutidas una a una sobre Urdangarin, sumando más golpes que Antoine Doinel, da la medida de un escándalo que además ha servido para desempolvar otras sombras imprecisas en torno a la fortuna real, a la que Forbes pone muchos ceros a pesar de la modesta asignación del Estado, con la corte de banqueros o el origen de regalos como el yate Fortuna o su Bentley Continental. Todo eso que permanecía sellado tras el dique de la conciencia moral del país, se ha desembalsado con el estallido de Nóos inundando los cimientos delicados de la Casa Real. Y eso va a más.