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Historia pata negra

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Un libro de Historia recientemente publicado (y agotada su primera edición nada más ponerse a la venta) viene a demostrarnos que el llamado 'gran público', ese del que sólo se suelen predicar despectivas y elitistas sentencias condenatorias, no ha perdido el olfato ante obras que merecen ser leídas, aunque ésta se presente bajo el disuasorio formato de las mil doscientas páginas. Me refiero a 'Por el bien del Imperio. Una historia del mundo desde 1945', del prestigioso historiador Josep Fontana (Editorial Pasado&Presente).

Tal vez la buena acogida que ha tenido este libro, libro de Historia, de Historia 'pata negra' (si se me permite tal calificativo de suculentas reminiscencias), es su decidida, y declarada, voluntad de superar los previos planteamientos de 'troceado' y 'desactivación' del que parten muchísimos trabajos de Historia actuales. Puesto que «el mayor problema que se nos presenta -escribe Josep Fontana- al tratar de analizar la historia de estos años desde una nueva perspectiva, es que la inmensa mayoría de los materiales de que disponemos, desde los documentos públicos de la acción política hasta los estudios producidos por la historiografía académica, se expresan en el lenguaje de las legitimaciones del pasado, que se intenta mantener vigentes, entre otras razones porque las reglas de conducta que se predican respecto del presente podrían quedar seriamente debilitadas si se demostrase la invalidez de aquellas que las antecedieron».

Hoy, cuando en tantos aspectos y dimensiones se nos quiere hacer ver la necesidad de 'avanzar hacia el pasado', son más necesarias que nunca obras del estilo de la que estamos comentando, pues no abundan las perspectivas críticas ante acontecimientos históricos que tradicionalmente se nos han servido envueltos en papel celofán. Porque si es verdad, como nos advierte Viviane Forrester respecto del presente, que «vivimos en medio de una falacia descomunal», interrogar al pasado en busca de explicaciones para el presente debe ser un ejercicio empeñado, ante todo, en identificar «la naturaleza de las aguas negras que contiene el día que ha pasado».

Y es cierto que, plácidamente desde la orilla, muy a menudo se insiste en describir el río revuelto de la vida en unos términos bucólicos que quedan desmentidos por las fatigas de quienes se ven obligados constantemente a mojarse en aguas traicioneras por engañosas.