COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIA

DESPROPÓSITOS

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Ala lista de propósitos para el año que acabamos de estrenar, he añadido algunos cuantos que han desplazado de sus puestos a aquellas buenas intenciones de siempre, las que no tengo la más mínima intención de cumplir, a saber, no pienso ir a un gimnasio, ni aprender alemán -aunque me obligara Merkel-, ni voy a ordenar los armarios cada dos meses. Tampoco voy a ahorrar electricidad ni voy a ponerme un chándal para dar la vuelta a Cádiz cada tarde. No voy a apuntarme a flamenco ni siquiera me voy a leer todos esos libros que tengo pendientes. He decidido, en cambio, ser más políticamente correcta -¿se seguirá diciendo así con el nuevo gobierno?-, no volver a repetir «con la que está cayendo», ni comparar mi nómina de este mes con la misma de hace dos años. Tampoco voy a revisar la lista de proyectos tocados y hundidos, ni hablar de la ciudad imaginada para el Doce. Tengo la firme intención de desterrar el pesimismo y procurar ver siempre la botella medio llena, o mejor, llena entera. Tengo el propósito de ver siempre el lado bueno de las cosas y dejar el derrotismo para otros. A lo mejor, con un poco de práctica, termino vanagloriándome de ser de «Cái, picha» y todo. Quién sabe.

De momento, voy repetir cien veces lo buenas que son las medidas de ahorro del gobierno, y voy a ponerle dos velas a San Judas para que ilumine el Bicentenario. Iba también a decir lo mucho que me gusta la plaza de San Juan de Dios, pero ¡ay! esas «fuentes con chorritos» y su «iridiscencia lumínica» me recuerdan demasiado a Bienvenido Mr. Marshal. Y eso sí que es un despropósito.