BUENO POR CONOCER

ENGÁNCHATE AL PAPEL

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Para mi es un ritual. No sólo es compartir una historia desconocida. No sólo es conocer a personajes que superan la ficción. No sólo es hacer viajes imposibles a lugares ignotos. No sólo es visionar, como un auténtico voyeur, la vida de otros. No sólo es hurgar en el pensamiento de mentes privilegiadas. Es un privilegio, es una pasión, es una forma de participar e interactuar con la humanidad pasad, presente y posiblemente futura. Me refiero a la lectura. A la tradicional, a la que no requiere de frías tecnologías, la que no comparte el universo de las descargas ilegales, la que se palpa, la que se guarda, la que ocupa un espacio preferente en nuestro hogar, la que regalamos, la que prestamos, la que compartimos.

Todo empieza con la visita a un templo de la expresión escrita, al surtidor de fábulas al más puro estilo Gutenber. Su olor a tinta fresca delata la presencia de historias dispuestas a ser contadas al oído. Asesorados o de manera intuitiva cogemos el ejemplar que ocupará nuestros momentos más íntimos en los próximos días, a veces incluso horas. El título, el autor o autora, la portada, la contraportada, la solapa, la reseña, la textura del papel, el estilo de letra, todo influye en que nos convirtamos en un personaje más, no en un solo mero espectador impasible. El simple paso rápido de las hojas acercándose a la nariz puede hacernos percibir la esencia de la historia. Como si de un vino envejecido se tratase, su aroma puede ser la clave de tan personal e intransferible decisión.

Las nuevas tecnologías adocenan a todos los libros por igual. Lo mismo ocupa 'La perla' de John Steinbeck que 'Los Miserables' de Víctor Hugo. Igual nos da 'Mendel el de los libros' de Stefan Zweig que 'Ana Karenina' de Leon Tolstoi.

Decía Jorge Luís Borges que cuantos más libros se tienen menos se lee, no comparto ese pensamiento. Acumular miles de libros en una fría e impersonal tableta tal vez le termine dando la razón.