Opinion

This is the end

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My only friend, the End) El del asesino de la larga serpiente, el que se pone las botas antes del amanecer y sale a la calle a buscar viento. El que suma Edipo y Elektra en un solo y ataráxico avatar del hermafroditismo (All the children are insane, waiting for the summer rain). Porque pensábamos que Jim Morrison cantaba a los helicópteros que asolaban al Vietcong. Pensábamos, y nos equivocábamos. Morrison, died 27, era un adivino precognoscente, un seguidor de la cábala, de William Blake y de Ruth Gabriel. Él lo vio antes de morir, el final de ETA.

Pensábamos y nos equivocábamos y no deberíamos hacerlo (Ride the snake, to the ancient lake). La voz melodiosa, profunda, oscura del cantante de The Doors, el ritmo cadencioso del 3x4 mezclado con órgano y shitar; todo nos anunciaba El Final. Como aquel poema del poeta, que rezaba:

«El día que muera, me habré ido.

Aunque no haya muerto.»

Muertos todos, los quieren derecha e izquierda por igual. Unos, literalmente, otros, menos. Las víctimas del terrorismo etarra surgen del humus, de sus tumbas, con ojos desorbitados, y claman venganza zombie. Los que permanecen siempre, aunque no deban (o sea, la Casta de Los que No Dimiten), dicen que se alegran del fin, pero unos con la boquita pequeña, porque desconfían. No creen en las casualidades en tiempo de guerra, amor o elecciones generales: Hace ocho años un partido perdió el poder por usar un atentado como respuesta a su política antiterrorista; El 20-N otro partido perderá el poder con la política antiterrorista como bandera. No es casualidad, es ridículo quiasmo.

Porque lo que quita valor al fin de ETA es la utilización política de la paz y el no saber a qué precio se consiguió. El comunicado, escrito por un viejo gudari de setenta años (para nosotros no es gudari sino) habla de conceptos anacrónicos y vacíos, del movimiento socialista de liberación nacional, de la lucha, de los hermanos que dieron su vida. ¿837 vidas? Y por qué la dieron, los otros. Porque hoy un panfleto infantiloide diga que acaba ETA y se abre el proceso de paz y negociación con los Estados español y francés para; para qué, para nada parará la máquina (aliteración, para los no iniciados). Esa máquina que ha costado tanto dinero pero que ha traído al premio Nobel Annan -remedo de Morgan Freeman-, que participa en convenciones de paz, aunque cobrando (Come on baby take a chance with us).

Y mañana, cuando el Gobierno que entre en nuestra casa degradada por Moody´s, o el siguiente, diga que no dialogará sobre la unidad territorial de la nación -porque dos no llegan a acuerdo si uno no quiere-; cuando vuelvan a abrir las herriko-pelukeriaks, cuando aparezcan nuevamente los intolerantes y amantes de la extorsión y el latrocinio. Como dice el poeta, ¿se habrán ido, mañana? (This is the end, beautiful friend). Ése es nuestro miedo.