EL MAESTRO LIENDRE

PUENTE PRÊT À PORTER

Que la obra se pare otra vez puede ser más o menos grave pero que nuestros representantes nos engañen por su interés es indignante

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Quede claro que el segundo puente sobre la Bahía está lejos de parecerme una urgencia. Ni siquiera una prioridad. Creo, como neófito y ciudadano, que cambiará de forma radical algunos hábitos colectivos en Cádiz y en la Bahía, que transformará una zona de Extramuros que, hasta finales del siglo XX, era un aislado fondo de saco. Atraerá coches a tropel, convertirá el barrio más nuevo (casualmente, en el que vivo) en una zona de paso de pesado tráfico, pesado y ligero. Volcará Cádiz hacia la horrenda Carretera Industrial. Descargará la avenida. Puede que sea un cambio tremendo para vecinos de Puerto Real (Río San Pedro) y El Puerto. Modificará mucho la ciudad y, como todo cambio, supondrá nuevos problemas y ventajas a estrenar. Con todo, creo que apenas variará nada sustancial en cuanto a números comerciales, socioeconómicos y turísticos. Más influencia, en ese apartado, podría tener la Alta (o altita) Velocidad.

Pero más allá de la opinión que cada cual tenga de la oportunidad, necesidad o influencia del nuevo puente, cabrea mucho que lo conviertan en un engaño. La obra está otra vez parada. Y, si no es así, ralentizada hasta el punto de parecerlo, que lo mismo es. Lo dicen muchos trabajadores anónimos (por miedo a represalias), me lo dice un periodista con poco pelo del que me fío. Lo dice Rafael Román con todos los circunloquios a los que la elegante retirada le obliga, pero la cuestión es que la obra no va. Y hasta ahí, es un problema, un transtorno y, quizás, una negligencia de consecuencias que se me escapan.

Pero lo que resulta intolerable, y cada día queda más claro, es que el boato ceremonial con el que se colocó el primer tablero ha sido un paripé, un montaje que sólo tiene la explicación electoral que tan cansados nos tiene. El hecho de hacer ver que la obra aceleraba cuando sucede todo lo contrario es un síntoma de que los autores de este faraónico sainete ponen sus intereses personales (las elecciones) por encima de los públicos y colectivos (la construcción del puente). Han sido capaces de crear la sensación justamente opuesta a lo que sucede en realidad simplemente porque les conviene, sin reparar en lo que quieren o esperan los ciudadanos. Esa actitud parece más venenosa para la sociedad gaditana que el retraso en sí. Podría exponerse y, al cabo, mucha gente entendería, que diez meses antes o diez meses después, el puente le resultará igual de útil o inútil. Pero llegar a la conclusión de que tus representantes están dispuestos a falsear la realidad a sabiendas por tal de quedar bien en la foto y el cartel supone una perseverancia en el insulto que carece de explicación a estas alturas.

Dicen algunos socialistas sinceros, que no honestos, que se decidió montar ese entremés del tablero porque el puente ya no es un problema del PSOE. La derrota electoral ya les ha llegado a la médula espinal así que, en la práctica, la ejecución del segundo puente es un problema del próximo gobierno, o sea, del PP.

Han decidido usarlo como una gigantesca pared en la que pegar un desesperado cartel electoral que se caerá pronto y provocará más descrédito que prestigio daba la mentira. Hace tanto que pusieron lo particular y lo accesorio por delante de lo colectivo y fundamental que fueron capaces de cargarse a Marcos Martín, el jefe de la obra, porque se le escapó ante los periodistas la fecha de la colocación teatral del primer tablero. Esos son nuestros representantes, capaces de apartar al mayor experto del proyecto de su vida por una cuestión de vanidades políticas por un importantísimo «es quería contarlo yo».

Luego vendrá el crujir de dientes cuando Teófila Martínez corte solemne la cinta tras haber empujado (es capaz de hacerlo literalmente) los tableros que falten. Luego llegarán las plañideras socialistas a decir que ella se cuelga las medallas por proyectos que empezaron otros. Pero es que se las dejan colgadas en la entrada, con lazos de colorines, prêt à porter.