opinión

De reflexiones y deseos

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Afortunadamente, vivimos en una democracia y se nos permite expresar nuestras opiniones con total libertad, sean más o menos acertadas. Así que allá voy. Soy un defensor a ultranza de la igualdad de géneros y me alineo el primero con esta generación de mujeres que han luchado para sacar a relucir sus derechos frente al machismo dominante. Como ya he apuntado en otras ocasiones en esta misma gacetilla, no creo que haya nadie que me pueda reprochar una actitud discriminatoria hacia la mujer en ninguno de los ámbitos de la vida.

Vaya todo esto por delante no sea que a algún cerebro privilegiado se le ocurra proponerme para el premio Filoxera, como le ha ocurrido al bueno de Pepe Arcas, por la sencilla razón de expresar una manera de pensar tan respetable como otras. Partiendo pues de la base de que las políticas de igualdad son todavía necesarias en un país como este, no me negarán que hay determinadas personas que no procesan bien el mensaje que machaconamente nos llega desde instituciones, partidos, medios de comunicación y líderes de opinión.

Esta semana he tenido la oportunidad de asistir, perplejo, al ridículo en el que incurre quien en esto de la igualdad de género pretende mezclar churras con merinas. Desayunando plácidamente en el bar Rafa de la plaza de las Angustias (por cierto, tienen unos molletes con carne mechada inigualables) irrumpe una señora que con muy malos modos conmina al camarero a que le sirva. De paso, deja caer que le molesta la presencia de los demás clientes de la cafetería, motivo por el cual desea que le sirvan en una de las mesas de la terraza. Todos nos quedamos estupefactos. Pese a la celeridad del camarero en atender sus exaltadas peticiones, la señora sigue manteniendo un comportamiento zafio, salpicado de gritos y desmanes. El camarero se harta, le retira el desayuno y le pide que se marche. Y es entonces cuando, a voz en grito, ella le recrimina: «¿Qué pasa, que me echas porque soy mujer?».

Estamos ante un claro ejemplo de quien intenta anteponer una cuestión de igualdad donde solo hay mala educación o quien sabe si una borrachera temprana.

El segundo de los casos es mitad llamativo, mitad ridículo. Días atrás tuvo lugar un leve temblor de tierra en una pequeña población de la provincia de Almería. Una reportera enviada allí por su cadena de radio se quedó tan pancha tras soltar por su micrófono: «El seísmo ha sido sentido más por la población femenina que por los hombres».

Y mire, podemos aceptar que son más inteligentes y más sensibles, que tienen razón cuando se quejan de que cobran menos que los hombres, y que todavía hay mucho camino por recorrer para alcanzar una igualdad real, sobre todo en el ámbito familiar. Pero asegurar que notan los terremotos mejor que los hombres...

Muchas veces hay quien confunde los términos y se olvida de que todos somos personas antes que hombres o mujeres. En fin, menos mal que la mayoría de todos nosotros y nosotras demuestra tener algo más de inteligencia que las dos protagonistas de este artículo que les he relatado.

Felicitación

Cambiando de tercio, no me gustaría terminar sin desearles lo mejor a Rocío y Lucas, que se casarán en la iglesia de Santo Domingo de Jerez el próximo sábado 19 de marzo. Es verdad que van a tener un padrino impresionantemente elegante a la par que guapetón, y no es menos cierto que será un día especial para celebrar la felicidad de una pareja que se quiere y a la que queremos mucho. Todos, los que estarán y los que no, estamos ya con vosotros.