Opositores celebran la marcha de Mubarak junto a un tanque. :: REUTERS
MUNDO

La Casa Blanca se emociona con la revolución

Obama derrocha lírica para elogiar una protesta popular cuyo triunfo conoció casi a la vez que el resto del mundo

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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Llegó la hora de ponerse del lado del vencedor, el pueblo que ha derrotado al dictador sin quemar ni un neumático. Dice la CNN que a Barack Obama le llegó la noticia de la dimisión casi a la vez que al resto del mundo. Se levantó de la reunión en el Despacho Oval y se enchufó a la tele donde ya se habían arremolinado sus colaboradores para ver la celebración en las calles de Egipto.

La Casa Blanca respiraba al fin, después de tres semanas haciendo equilibrismos para no ofender al dictador amigo ni a la generación de Facebook, que con su revolución puso en entredicho el compromiso de EE UU con los valores democráticos. «Quiero que Obama diga alto y claro que está con el pueblo y que nunca volverá a apoyar un régimen autocrático en Egipto», demandó el Premio Nobel de la Paz, Mohamed el-Baradei. «Tiene que reparar la confianza con el pueblo egipcio».

Desde el principio quedó claro que EE UU estaba en el lado equivocado de la historia, pero la incertidumbre sobre el final de la revolución y los muchos intereses en juego le impidieron ser más tajante en su apoyo a los manifestantes. La secretaria de Estado, Hillary Clinton, había llamado Mubarak «amigo de mi familia» y el vicepresidente Biden negó que fuese «un dictador». Los aliados en Oriente Próximo colapsaban el teléfono para reprender a Obama por sus palabras de apoyo a los manifestantes. El propio rey saudí Abdulá le advirtió que no humillara a su amigo.

No es que la Casa Blanca tuviera mucho más peso en los acontecimientos. A medida que pasaban los días sus contactos con el Gobierno egipcio se iban resintiendo por las presiones que ejercía. El dictador incluso se negó a recibir por segunda vez al enviado de Obama, Frank Wisner, que al regresar abandonó su lealtad hacia la Casa Blanca para defender la permanencia de Mubarak en el poder.

El jueves, cuando el director de la CIA, Leon Panetta, anunció en el Congreso que era «muy probable» que Mubarak dimitiese a final del día, mucha gente pensó que Washington había arreglado por fin la salida del dictador. No, Panetta no tenía «fuentes de inteligencia sino mediáticas», aclaró después, tan buenas o malas como las de cualquier mortal.

Quienes tenían audiencia ese día con Hillary Clinton se quedaron en la sala de espera hasta por la tarde. La secretaria de Estado quería ver en directo la anunciada dimisión de su amigo Mubarak pero, como el resto del mundo, no tenía mejores pistas sobre cuándo se produciría. Al final de la tarde los periodistas no encontraban a nadie con quien hablar, ni en el Departamento de Estado, ni en el Pentágono, ni en la Casa Blanca. Todos estaban pegados a la tele. El propio presidente había visto el discurso por CNN a bordo del Air Force One, con los mismos errores de traducción que el resto de la audiencia.

Su triunfalismo críptico desde la Universidad de Michigan, al hablar a jóvenes de la misma edad que los que habían conquistado la libertad en la plaza Tahrir, se tornó en un comunicado de desencanto al final de la noche. «Demasiados egipcios siguen sin convencerse de que su Gobierno busca seriamente una transición a la democracia», advirtió. «El Ejecutivo debe mostrar un camino creíble, concreto e inequívoco hacia la democracia». Mubarak ya no tuvo más que hablar. Sus desafíos «a la intervención extranjera» ya no calaban en nadie.

Con su partida, el siguiente objetivo de los manifestantes serán las elecciones «libres, justas y creíbles» que pidió el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon. La Casa Blanca, como siempre en esta crisis, tardó en tejer su0 reacción, tras retrasar tres veces la comparecencia de Obama. Egipto había aprovechado la oportunidad de transitar a la democracia y EE UU tiene ahora la suya de expandir la revolución de Facebook por el mundo árabe.

«Acelerar el diálogo»

Un comunicado conjunto de Comisión, el Consejo y la alta representante de política exterior pidió que «se acelere el diálogo que conduzca a un gobierno con amplia base civil».

«Transición más rápida»

La ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez, explicó que la marcha de Mubarak «facilitará una transición más rápida hacia la democracia».

Mantener el acuerdo

Fuentes del Gobierno israelí adelantaron el «evidente interés» de este país y Egipto en mantener el acuerdo de paz suscrito en 1979.

«Victoria para el pueblo»

El Ministerio iraní de Exteriores interpretó la salida de Mubarak como una «gran victoria para el pueblo egipcio frente a unos responsables que dependían de las grandes potencias». El opositor Consejo Nacional de la Resistencia, por su parte, la consideró como «la peor noticia para el fascismo religioso iraní».