PAN Y CIRCO

CICLISMO ALIÑADO

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Ha llegado un punto en el que me importa un reverendo pimiento si Alberto Contador se zampó un filete adulterado porque, con tantos dimes y diretes, lo único que está consiguiendo la UCI es que los pocos aficionados que le quedaban al ciclismo estén huyendo en masa a otras parcelas menos polémicas. Hemos pasado de un mes de julio en el que todo giraba en torno al Tour de Francia, única prueba que de verdad tiene un seguimiento masivo, a que durante los once meses restantes se esté hablando de la ristra de tramposos que conforman el pelotón internacional. A nivel español, la imagen de Contador -dicte lo que vaya a dictar la ley- ha quedado dañada por los siglos de los siglos. Tenemos una fama de sirvergüenzas en el extranjero como para echarse a temblar y el caso de Marta Domínguez sólo ha servido para ratificar el concepto que muchos tienen ahí fuera de que los españoles nos metemos en el cuerpo de todo. Una fama que nos precede y que viene a enturbiar ese listón tan alto que han puesto los Alonso, Nadal, Gasol, Lorenzo y la selección de fútbol. Llegamos a soñar con que Contador iba incluso a superar las cifras míticas de Indurain y a los pocos días de su nuevo éxito en las carreteras galas nos desayunamos con la esperpéntica historia de los filetes aliñados con clembuterol.

Llegados a este punto, uno se plantea si no sería más coherente poner el punto y final al ciclismo profesional y esperar unos años a que las aguas vuelvan a recuperar su cauce antes que continuar en esta dinámica de soportar un escándalo por mes. Otra opción válida sería no montar una ceremonia de entrega de trofeos en los Campos Elíseos hasta que pasadas unas semanas los análisis de sangre y orina confirmen que el chico que desenfunda la pistola ha ganado de manera legal y así no nos hace sentir vergüenza ajena cuando se destapa el enésimo escándalo por doping.