Un grupo de soldados estadounidenses socorren a una mujer iraquí tras recibir un disparo en la cara en plena calle. :: AP
MUNDO

Wikileaks resucita las atrocidades de Irak

La web difunde 400.000 documentos en los que se confirma que Washington conocía la existencia de torturas sistemáticas

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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Como han venido denunciado desde el inicio de la guerra decenas de organizaciones no gubernamentales y ha quedado escrito en innumerables relatos periodísticos, el rastro de horror y muerte que deja tras de sí la ocupación estadounidense de Irak es mucho más profundo de lo que ninguna fuente oficial había admitido hasta ahora. Un inmenso alijo de casi 400.000 informes secretos filtrados a través de la web Wikileaks revela que el trato vejatorio, las torturas y el asesinato de civiles a manos sobre todo de otros iraquíes, pero bajo la atenta mirada del Ejército norteamericano fueron la norma entre 2003 y 2009. De las 109.032 muertes registradas, 66.081 eran ciudadanos que se vieron atrapados en medio del conflicto. Las cifras oficiales, muy por debajo, habían dejado intencionadamente en el limbo a unos 15.000 de esos fallecidos amén de no considerar asesinatos intencionados la mayoría de esas muertes.

No es probable que las filtraciones tengan un fuerte impacto en la campaña para las legislativas del 2 de noviembre porque la Administración Obama hace tiempo que ha renunciado a utilizar los métodos de guerra sucia de la era Bush como arma electoral. De hecho, tanto el Departamento de Estado como el Pentágono han venido presionado al fundador de Wikileaks en las últimas semanas para que se abstuviera de divulgar una segunda entrega de papeles secretos, después del tremendo impacto que tuvieron los 92.000 documentos donde se revelaban situaciones similares en el conflicto de Afganistán.

A nivel de opinión pública, sin embargo, los estadounidenses se enfrentan a una situación que los retrotrae a otros periodos post bélicos -como ya sucedió con Vietnam- en los que la alta estima que tienen de su Ejército queda destrozada por las graves violaciones de los derechos humanos practicadas una y otra vez.

Latigazos y quemaduras

Las reacciones del Gobierno ayer casi fueron un calco de las que se produjeron con los informes de Afganistán. De un lado, minimizan su alcance -«no suponen ninguna sorpresa»-, mientras el portavoz del Pentágono trataba de evitar repercusiones mayores que pudieran desembocar en un proceso penal en el Tribunal Internacional de la Haya con un «no hay nada que pueda indicar la existencia de crímenes de guerra». Y como coletilla, el mismo mensaje de culpa que cuando publicaron los papeles afganos: su acción de «pone en peligro la vida de unos 300 iraquíes» e «Irak es ahora un país más vulnerable».

A poco que alguien se sumerja en el frío lenguaje de los documentos es fácil tropezarse con una salva de atrocidades. En centenares de casos se alude a latigazos, quemaduras y palizas, y en uno en particular los soldados estadounidenses dejan entrever que sus compañeros iraquíes cortaron los dedos y quemaron con ácido a uno de los presos. Otros expedientes revelan la ejecución de dos prisioneros maniatados o cómo el cuerpo de un detenido, muerto supuestamente por un «fallo renal», presenta una incisión quirúrgica en el abdomen.

En algunos casos, los militares estadounidenses abrieron una investigación, pero en la mayoría parecen haberse limitado a informar a sus superiores y dejar las pesquisas en manos de las fuerzas iraquíes. La frase «ningún soldado de la coalición estuvo implicado en el incidente» es frecuente en los informes. Otras veces se salda con el comentario «no es necesaria una investigación». 'The New York Times', uno de los periódicos que tuvo acceso previo a los documentos, recoge las declaraciones de un portavoz del Pentágono en las que indica que la política estadounidense «está y siempre ha estado en línea con las prácticas y el Derecho internacional».

Mientras tanto, en Londres, Julian Assange defendió la revelación porque se centra en «la verdad». «No estoy seguro de que hayamos conseguido el mayor impacto político posible, pero creo que nos hemos acercado bastante». Luego dijo que la «tremenda escala» de pérdidas humanas que se detalla en los documentos «no impide ver la pequeña escala, porque han sido las muertes de una o dos personas por cada incidente las que han provocado este número tan abrumador de fallecidos».

En medio de la avalancha de reacciones que se produjeron ayer en todo el mundo sobresalen las palabras del relator especial de la ONU sobre la tortura, Manfred Nowak, en la pide al presidente de EE UU iniciar una acción contundente. «La Administración Obama tiene la obligación, cuando surgen acusaciones serias de tortura contra un responsable de su país, de investigar y sacar lecciones», declaró.