LOS LUGARES MARCADOS

Perdón y gracias

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Me ha impresionado y emocionado la campaña de Homenaje al Maestro que ha lanzado la FAD, ese cartel publicitario en el que, sobre una pared cubierta con motes del estilo de aquellos con los que solíamos bautizar a nuestros sufridos profes (Al Tapone, Petete o La Rottenmeyer), reza: «Y a todos los demás profesores y profesoras que me enseñaron algo en la vida. Perdón y gracias».

Y es que, a ver, ¿quién no ha puesto o utilizado un mote más o menos ofensivo en el periodo escolar? Desde la distancia de los años, me doy cuenta de hasta qué punto nuestros maestros y maestras tenían que armarse de paciencia. La imaginación, que apenas utilizábamos a la hora de los estudios y los trabajos de clase, se nos desbordaba cuando se trataba de buscarles el apodo más certero y, a menudo, también el más cruel. Parece mentira que sólo para ese quehacer se nos disparara la creatividad.

Por eso hoy deberíamos pedirles perdón pero, sobre todo, agradecerles ese aguante. Agradecerles que siguieran impertérritos, instruyéndonos a pesar de nosotros mismos, compartiendo sus conocimientos y sus ideales en medio de nuestras muchas travesuras y bellaquerías.

Yo tuve grandes maestros, mujeres y hombres que me descubrieron los misterios de las palabras, de los números, del arte, de la geografía. Ellos me proporcionaron los mimbres para construir mi propio universo. En algún momento, cosas de la edad, los llamé por nombres impropios, y seguramente me reí cuando algún compañero mejor dotado para el dibujo les hizo caricaturas. Hoy les pido perdón, y escribo sus nombres de pila con el mayor de los respetos: Pilar, Elvira, Choni, Celeste, Alicia, Francisco, Generoso, Charo, Alfredo, Carlos, Juan Bautista, Paco, Mercedes. Perdón y gracias.