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Un cuento chino

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La concesión del Nobel de la Paz de este año a Liu Xiaobo, un disidente chino que recibe, en la cárcel, el premio como reconocimiento a su actitud crítica ante el brutal régimen político de Pekín, puede que resulte ser un aldabonazo para un Occidente desconcertado por una crisis cuyas consecuencias finales no alcanzamos a ver. Ya nadie duda de que allí, en China, están perfilándose los contornos de nuestro futuro y el de las próximas generaciones. Hay ya mucha gente de todo el mundo estudiando chino con la esperanza de participar de los gozos que, dicen, nos reserva esa nueva Arcadia que promete sustituir a la agotada cultura del inglés. Juntos en extraña coincidencia, tanto los ricos coyunturales que aspiran a más riquezas, como los menesterosos estructurales del nuevo milenio, sueñan con hacerse un hueco allí, en China.

Malo, malo. Malo porque si China es el futuro, quiere decirse que estamos poniendo nuestras expectativas en un paradigma regresivo, antiguo y, además, anticuado. Ese diez por ciento de crecimiento anual del PIB chino hace salivar a quienes no quieren ver otra realidad que el crecimiento espectacular de una economía a todas luces antieconómica, por destructiva. Una economía que, por cierto, es la misma que la nuestra, pero con más PIB y la ausencia de algunos derechos laborales que allí no existen y que aquí vamos perdiendo lenta pero inexorablemente, para mayor gloria de la productividad. Si China es el futuro, entonces el mundo que viene camina hacia una eficiente combinación de producción y servidumbre.

Es posible que el desarrollo a tope y el mantenimiento de los derechos no sean dos opciones del todo compatibles, como la democracia liberal nos había prometido. Tal vez por eso China ha decidido imitar el modelo económico de Occidente, mientras que a Occidente parece tentarle el modelo social de China. Dicen los medios que el gobierno chino ha montado en cólera contra el comité del Nobel por su decisión, alegando que Liu Xiaobo está en la cárcel «por violar la ley». ¿A qué ley se refieren los dirigentes chinos? Esta confusión, sin matices, entre leyes y derechos ha sido siempre una coartada para encubrir la pura y dura dominación. Cuando en Occidente estamos empezando a querer matizar eso nuestro de «el imperio de la ley», desde China se nos propone probar con «la ley del imperio». La síntesis es eso a lo que vamos: un cuento chino.