Opinion

La negociación presupuestaria

Las cuentas están en manos del PNV ya que CiU, en campaña electoral, no las apoyará

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El presidente del Gobierno expuso ayer durante su viaje a China los criterios que va a seguir en la negociación presupuestaria a cara de perro que se avecina. Como es conocido, la aprobación o no de las cuentas públicas para 2011 está en manos del PNV ya que CiU, ya en campaña electoral, no va a prestar esta vez su habitual cooperación estabilizadora al gobierno de turno. Y es bien patente que no cabe esta vez prórroga presupuestaria ya que el gasto público del próximo año deberá ser recortado drásticamente hasta los niveles de 2006 para cumplir con los compromisos de ajuste contraídos con Bruselas y con los mercados. En síntesis, Rodríguez Zapatero se ha mostrado dispuesto al diálogo en todo aquello «que suponga transferencias dentro del marco estatutario y que además incida en temas económicos o de empleo». Además, ha garantizado que su Gobierno será «transparente» en el proceso de diálogo. Es importante el matiz de que las contrapartidas al PNV deberán tener entidad económica ya que no se entendería que, como a veces ha ocurrido, el trueque consista en apoyo a los presupuestos a cambio de ventajas políticas. De hecho, ya es difícil de asimilar que el nacionalismo vasco, cuya comunidad goza de las ventajas del concierto y de la autonomía fiscal, sea la llave de las cuentas públicas del Estado español. En realidad, el trueque no debería pasar del ámbito presupuestario: apoyo del PNV al PSOE en Madrid a cambio de apoyo del PSOE al PNV en las tres diputaciones forales (como es conocido, el PNV gobierna en Álava en minoría, ya que el PSOE podría entregar la diputación al PP). Y si el PNV quiere ir más allá, dada la trascendencia de su contribución, no debería llegar en ningún caso a plantear como contrapartida la imposible conformidad del Gobierno a una aventura autodeterminista, como Urkullu ha insinuado. Nuestro modelo constitucional se basa en la lealtad política, ya que las grandes fuerzas estatales aceptan la presencia de los nacionalismos periféricos, cuya representación es territorial, en la Cámara Baja, donde reside el pluralismo ideológico. No debería, pues, el PNV tensar la cuerda de la negociación si no quiere aparecer como una formación radical y desvinculada del interés general de este país.