Editorial

Duro ajuste andaluz

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En un escenario difícil, el presidente de la Junta de Andalucía se propuso romper el perfil blando de su liderazgo durante el Debate sobre el estado de la Comunidad con un paquete amplio de medidas para afrontar la crisis y la necesidad de secundar al Gobierno central en el objetivo de reducir del déficit. Su duelo con el líder de la oposición resultó por momentos interesante, con propuestas puntuales de consenso con un tono inusualmente constructivo, pero el protagonismo de la sesión quedó patrimonializado por Griñán desde el discurso de apertura al apurar su margen competencial para actuar, como están haciendo casi todos los gobiernos europeos ante los efectos de la crisis, con un programa de restricción del gasto público y de subidas impositivas para reducir el déficit el próximo año hasta en 1.500 millones.

Desde luego la medida de mayor eco es la presión de hasta dos puntos en el IRPF sobre las rentas más altas en tres tramos a partir de ochenta mil euros, poco reprochable al menos a un gabinete de izquierdas, pero hay una universalización de la presión fiscal más polémica, con soluciones como el céntimo sanitario, que parece apuntar a la implantación del copago a no largo plazo, el tramo autonómico sobre los carburantes que va a poner en pie de guerra al sector del transporte, el impuesto sobre los depósitos financieros gravando el stock en aquellas entidades de crédito con presencia física en Andalucía y alguna medida de recaudación agresiva como las bolsas de plástico de un uso aunque ésta se disfrazara bajo la melodía bienpensante de la argumentación ecologista.

Además, Griñán anunció la suspensión de inversiones y el adelgazamiento del sector público con la eliminación de más de un centenar de entes públicos hasta recortar la estructura casi a la mitad -excluidas universidades y consorcios de transporte o saneamiento- así como otras iniciativas de carácter político como el pacto de las cajas o las facilidades administrativas a la actividad empresarial. En definitiva Griñán exhibió un perfil más ideológico que nunca, pero en su haber está un discurso muy pedagógico para divulgar la lógica económica de sus medidas. Naturalmente eso no le exculpa de muchos de los reproches sensatos de la oposición -sobre todo referidos a la dimensión de la administración- pero sí le permite recuperar liderazgo en el momento difícil de las medidas impopulares para los gobernantes del continente ante las horcas caudinas del déficit.