Sociedad

«En la plaza soy matador antes que padre»

Jesús detrás de Jesulín. Con 12 kilos menos y más sereno, vuelve a los ruedos a riesgo de desgraciarse la espalda

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La lluvia suena a mares sobre la cubierta de la plaza. En el ruedo, se escucha el galope de la erala 'Muchapena', de Álvaro Domecq, y la respiración del torero en la intimidad silenciosa y discreta de los tentaderos. La vaca lucha por demostrar la bravura que la hará madre en un futuro. Frente a ella, Jesulín pelea contra el tiempo y el sentido común en la antesala de su vuelta a los ruedos. Habría sido esta misma tarde en la plaza de toros de Vistalegre, en Madrid, si el jueves no se hubiera lesionado la mano izquierda afeitando un toro en su finca. Tiene dos dedos aplastados y una luxación en el hombro. La víspera del percance, en Los Alburejos (Cádiz), V acompañaba al matador en su entrenamiento, que podría rematar el próximo 7 de marzo. «La moneda está en el aire de nuevo», avisa el torero.

La escena de la tienta despeja decenas de incógnitas de una ecuación humana demasiado complicada: no hay paparazzis, ni Ambiciones, ni se escucha el resonar de los programas de telebasura. Nadie hace chistes con 'im-precionante', no hay familia, ni romances, ni coches caros. Como si hubieran pelado la lechuga de su vida y le hubieran quitaran todo lo accesorio, en el cogollo del solitario ruedo de la finca de Medina-Sidonia se mueve un hombre muy delgado que se ha quitado doce kilos de encima. «Míralo, está enfermo de toro», dice su apoderado, Pepe Luis Segura, la sombra de Jesulín de Ubrique.

Aquella catarata de risas y espontaneidad de los noventa es hoy el remanso de un río que ha ido y vuelto de los ruedos. Como un 'guadiana' torero. El hombre de taleguilla gris, botos y jersey marrón raído de entrenar que prueba a 'Muchapena' llegó a los toros con 11 años y tomó la alternativa en Nimes hace veinte. Desde entonces se ha retirado dos veces y otras tantas ha vuelto. ¿Por qué? A veces a los toreros se les funden los plomos y a Jesulín le pasó en 1999 y en 2007, la última.

Entretanto y pese a su fama de torero bufo, se pasó la muerte por la barriga más veces de las que una cabeza pueda soportar, aunque finalmente estuviera a esto de matarlo un coche. Sucedió en 2001. Volvía de una cacería y encontró su destino en una curva. El todoterreno salió de la calzada, volcó, escupió a Jesús por la ventanilla y terminó sobre su cuerpo. ¿Volvería a andar? Nadie lo sabía. Se le destrozaron tres vértebras, pero no la carrera. «Gracias, estoy mucho mejor», dijo a la puerta del hospital, de pie de milagro. Al típico macho ibérico, arriesgado torero y 'scaramouche' confeso en las alcobas de las damas se le caían dos lagrimones ante la muchedumbre.

Volvió en 2003 y quiso descansar en 2007. En ese tiempo, amasó un considerable patrimonio invertido en la finca Ambiciones y en varias inversiones inmobiliarias en Castellón y Sevilla.

Cuentas pendientes

Dicen que el regreso no es una historia de dinero. O no sólo de dinero. «La posibilidad de una faena soñada que nunca se consigue, el riesgo, el contacto con el público están dentro de ellos, como la malaria, y de vez en cuando salen», explica Segura. Esto sucedió en julio del pasado año, una mañana en que sonó el teléfono: «Lo he estado pensando toda la noche y quiero que me prepares la temporada, apoderado», dijo, y nadie pudo convencerlo de lo contrario, ni siquiera Segura, que teme «que se desgracie la espalda y se quede listo. Es inútil discutirle. Cuando un torero sopesa algo y lo decide, no hay más que hablar».

-¿Por qué vuelve?

-Porque quiero conmemorar mis 20 años de alternativa. No es que tenga nada que demostrar ya, pero sigo con la raza para cuajarle una faena a un toro.

Y algunas cuentas pendientes, como Madrid o Sevilla, aunque... «Mira, un tío que ha pasado 20 años ganando dinero de figura... A ver quién tiene narices de decirle algo». Así lo defiende Segura, que le ha organizado una temporada corta en Castellón, Valencia, Madrid, Jerez, Sanlúcar, El Puerto y Barcelona, entre otras. «Podríamos haber firmado 70 corridas de toros, pero no hemos querido hacer más». De hecho, les ofrecieron Sevilla el viernes de farolillos con Morante: «Era demasiado para empezar».

En el ruedo, la vaca no da más de sí para el matador. Está vista. «¡Que salga un chaval!», grita Jesulín. Salta al ruedo Jorge Alba, pantalón vaquero manchado de sangre, camisa y jersey claro, ojos azules, menudo de talla, 14 años. De Chiclana. Su clase se ha ido de excursión y él ha llegado hasta Los Alburejos a ver si pilla vaca. «Cuando no tengo que hacer los deberes, sueño con ser figura, como él». El matador le observa desde su solitario burladero, al otro lado de la plaza.

-¿Se acuerda cómo era a su edad?

-Claro -sonríe, levanta las cejas, toma aire y resopla-. Era así mismo, igualito que él. Me iba a Torrestrella y a muchos sitios, a la tapia, a ver si me dejaban torear, a buscarme la vida.

-¿Qué ha cambiado desde entonces?

-Bueno, yo era un niño, pero soy el mismo con una vida de por medio. He sabido valorar muchas cosas y desechar otras.

El gesto de la vuelta a los ruedos no es el más lógico en un mercado taurino en el que cada vez hay menos festejos y más toreros que no ven otras salidas que la puerta grande o la de la enfermería, la gloria o el hule.

-¿Qué hacen los toreros de ahora?, pregunta con una sonrisa.

-Hay muchos que pelean fuerte, que pegan 'bocaos' a los toros, como se suele decir.

-Pues me parece estupendo, porque lo que hacen ellos ahora ya lo he hecho yo antes.

-¿Quiere decir eso que como ya se peleó con los toros en su día no lo va a dar todo en su regreso?

Se recuesta sobre la silla de mimbre en el tendido de la plaza de los Alburejos, suelta una carcajada y responde: «¡A ti te voy a decir yo lo que voy a hacer! Eso ya lo verás tú y lo verá todo el mundo en su momento».

Mientras tanto, José Luis Segura no suelta el móvil y cierra contratos para Jesús Janeiro y sus otros toreros (Rivera y El Cordobés). «¿En Málaga? ¿El 19?». No pierde detalle de la conversación, que intenta distraer con ligeros golpecitos en el respaldo. Vamos al lío.

-¿Estaría dispuesto a un mano a mano con José Tomás?

-He toreado mucho con él otros años. Y me parece muy bien lo que hace. Me encantaría estar en un cartel con él, pero... El problema es el dinero.

-¿El dinero que cobra él o usted?

-Bueno, básicamente en una corrida con él no salen las cuentas, porque pide mucho. Además, fíjate que los seis toros que se embarcan para la corrida son los seis igual de grandes para todos. A mí no me importa, pero a otros igual sí...

-¿Quiere decir que no se atreve con los toros que mata usted?

Se encoge de hombros. Segura media hábilmente. «Mira, el torero está muy fuerte. Salta a la vista. No tiene ni culo, ni nada». ¿Y la cabeza? ¿Podría haber perdido el sitio ante los toros? El apoderado es tajante. «Cuando los toreros se ponen tan en forma es que también lo están en su cabeza».

Los doce kilos menos de Jesulín le han costado lo suyo. Hasta sufrió una anemia. Por lo demás, mucho ejercicio, dieta ajustada y la cuenta atrás para la maldita soledad de los patios de caballos. «Mira, cuando te retiras, engordas. Es automático. Puedes hacer ejercicio, pero estás más tranquilo y echas kilos. En cuanto te planteas volver, te pones más fino. Debe ser que la responsabilidad adelgaza».

Sale otro chaval a probar suerte. Cuando estaba en la tapia de la plaza de tientas esperando una oportunidad y se dejaba la vida por las cunetas, Jesulín lo tenía más claro que ahora. Había que triunfar, sí o sí. Ahora, el chiquillo se ha convertido en un hombre con tres hijos en el mundo.

-¿Se puede atropellar la razón por el triunfo con una prole sobre la tierra?

-En mi vida, lo principal es mi familia. Mi mujer y mis hijos. Eso está mucho antes que mi carrera taurina, aunque uno no se viste con el traje de luces para pasar el rato.

-¿Es más difícil jugarse la femoral con familia?

-Desde luego, pero en la plaza soy matador antes que padre.

El aguacero remite al final de la mañana. La última vaca vuelve camino del campo y en los tendidos solamente quedan algunas sillas desordenadas. Es la hora de las confesiones. «Me ha dado la vaca un varetazo, me duele tela la mano». Al día siguiente la terminaría de lesionar.

-Cuando se acuesta, ¿cuál es su mejor sueño?

-No te negaré que me han quedado algunas cosas por hacer.

-¿Por ejemplo?

-Salir por la Puerta del Príncipe. He cortado en La Maestranza 14 o 15 orejas, pero nunca he podido salir a hombros.

-Y Madrid...

-También me gustaría cortar una oreja en Las Ventas, claro.

¿Y su mayor pesadilla? O no las tiene o no se atreve a contarlas, así que ataja con el tópico torero: «Me aterra que las cosas no salgan bien».

-¿Pero le da más miedo la cornada o la lluvia de almohadillas?

-Las conozco las dos y no me da miedo ninguna. Siempre me he venido arriba, así que no temo el fracaso.

El apoderado corta la conversación. «Anda, vamos, que te vas a a enfriar».