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El fútbol puede esperar

La estrategia de control de ambos entrenadores derivó en un choque sin emoción

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Se juntaron el hambre y las ganas de comer. Por un lado el Olympique de Marsella, un equipo defensivo y rocoso con miedo a recibir un gol y por el otro el United, con cuatro bajas y ganas decidir la eliminatoria en su estadio. Con esos mimbres el partido transcurrió por grandes fases de juego intrascendente, sin riesgos, sin agresividad y, por tanto, sin sobresaltos para ninguno de los guardametas.

Así, los animosos seguidores del Vélodrome se afanaron con sus cánticos durante más de una hora para ahogar sus bostezos. En el césped hubo pocas concesiones al espectáculo y numerosas al miedo con los repetitivos pases entre centrales y porteros guardando el balón para impedir cualquier regalo. Sólo se vivió emoción en la grada.

Un posible cambio se atisbó al final del partido, cuando los entrenadores decidieron apostar por un cambio en busca de un gol que habría sido un auténtico tesoro. Deschamps apostó por el juego a balón parado con la entrada de Cheyrou y Valbuena. Ferguson se decidió por la única nota de creatividad con la incorporación del veterano Scholes. Ni por esas. La única vez que alguien pudo soñar con un tanto fue en un disparo de Gibson en la primera parte y entonces Mandanda respondió con unos reflejos que a final del partido seguramente se adormecieron con el paso de unos minutos con tanta presión, ataques estáticos y ese trabajo que disfrutan los entrenadores industriales.

Seguramente para el partido de vuelta el equipo británico volteará la situación con la recuperación de varios jugadores y su vigoroso juego de ataque. Incluso el equipo francés disfrutará más con su papel de trinchera y contragolpe. Probablemente allí reaparecerá eso que los británicos inventaron tiempo atrás y que llamaron fútbol.