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ESPAÑA

El complicado retorno de quien lo fue todo

La estructura monolítica del PP construido por Aznar es ahora un obstáculo para su vuelta a la primera línea política

PAULA DE LAS HERAS
MADRID.Actualizado:

«Nunca he eludido mi responsabilidad, cumpliré con mi responsabilidad, con mi conciencia, con mi partido y con mi país, con todas sus consecuencias». Las palabras pronunciadas por José María Aznar este martes fueron interpretadas de manera general como el anuncio de su eventual vuelta a la primera línea política. Pero en el Partido Popular casi nadie, ni entre críticos ni entre afines, dio crédito a la 'amenaza'. La estructura de partido monolítico que él mismo se encargó de crear se ha convertido paradójicamente, dicen, en un impedimento sustancial para su regreso.

En realidad, la actuación del presidente de honor del PP en Antena 3, ante más de dos millones de espectadores, ha causado sorpresa incluso a aquellos que ya conocían su malestar con la política económica del Gobierno, a los que le habían oído lamentarse por la ausencia de un «relato» coherente, y también a los que creen que simplemente se sintió impelido a hablar porque «se ha sentido muy solo» en la defensa de su honorabilidad como responsable del partido en unos años que ahora se ven empañados por el 'caso Gürtel' y la actuación del extesorero Luis Bárcenas.

«Es curioso que haga esto él, que comprobó personalmente la lealtad de la que es capaz este partido. Ni siquiera en votación secreta hubo un solo voto en contra de la invasión de Irak en el Congreso a pesar de las discrepancias», recuerda un exministro. Nadie niega ahora que en la bancada popular pueda haber descontento con las subidas de impuestos, o preocupación por la falta de explicaciones y la gestión de los escándalos. «No tengo duda de que, si de diera el caso, a Aznar le seguiría un grupo nutrido -afirma un parlamentario que comparte sus inquietudes-, ¿pero dónde va con esto?».

Ese 'llegado el caso' tiene su aquel porque, para arribar a la conclusión de que el retorno de Aznar es poco verosímil, muchos se han puesto a «pintar escenarios», es decir, han analizado seriamente sus opciones. La primera consistiría en intentar forzar un Congreso extraordinario. «Y lo extraordinario no pasa en el PP», dice con ironía un veterano alto cargo del partido. La fórmula pasaría por plantear un manifiesto y recoger firmas. Habría que ver cómo reacciona el poder territorial, pero ninguno de los 'barones' actuales es muy de su cuerda y salvo en Madrid, sus posiciones no encuentran excesivo eco.

«Ellos son los primeros que se pueden ver perjudicados porque van a ir a las elecciones antes que nadie en una situación que ya es suficientemente compleja y necesitan detrás un partido fuerte», apunta un diputado. El caso es que también muchos 'barones' llevan tiempo lamentandose en privado de la falta de pulso del Ejecutivo y muchos han considerado que debían hacerle frente en el debate de la financiación y el déficit. Pero eso es defender los intereses de su comunidad; harina de otro costal.

Si de verdad quisiera dar el 'golpe', Aznar podría intentar, simplemente, que se cumplan los calendarios del PP a rajatabla. Según sus estatutos, los congresos deben celebrarse cada tres años, o sea, que si el último tuvo lugar en febrero de 2012 el siguiente tocaría en febrero de 2015 justo antes de las autonómicas y municipales de mayo y de las generales que podrían tener lugar en otoño. Sin embargo, la Junta directiva del partido siempre aprueba una prórroga de un año y no parece probable que esta vez sea otra manera habida cuenta de que es un órgano «muy de Rajoy». Muchos creen ahora que el PP puede perder esas elecciones o ganarlas por la mínima. «Pero entonces ya será tarde para Aznar», apuntan.

Aún habría una tercera opción: la de crear otro partido. No obstante, incluso desde Faes, donde se encuentran sus más firmes apoyos, se ve esta operación como poco rentable. Aunque existe una convicción clara de que un amplio sector del electorado del PP siente devoción por el expresidente, creen que no lograría un apoyo masivo. Lo mismo dicen sus críticos. «A lo más que podría aspirar es a ser algo similar a UPyD, un partido de grandes ciudades, y corre el riesgo de acabar como Álvarez-Cascos», dicen