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Cortas miras

Con lo del domingo, Rajoy se apunta su primera gran falta, ética y táctica, como gobernante

LORENZO SILVA
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No vamos a menospreciar lo ocurrido en Asturias, de hecho habrá que analizarlo a fondo cuando las cifras se terminen de decantar y los tanteos poselectorales apunten en una dirección. Pero es evidente que la jugada clave de la jornada del 25-M era Andalucía, y que los resultados son un chasco para el PP.

Es curioso observar cómo el pasado domingo se midieron dos cálculos políticos de cortas miras. Por un lado, el de Griñán, apurando hasta las heces la legislatura, pese a la catastrófica situación de la comunidad (véanse sus insoportables cifras de paro) y la proliferación de escándalos en departamentos de su gobierno. Por otro, el de Rajoy, demorando sin rebozo el envío de los presupuestos generales del Estado a las Cámaras para que su previsible carga de mal rollo no le vaciara las urnas andaluzas de papeletas para Arenas. Mal hecho por parte de los dos: ésta es la clase de acción política que fabrica ciudadanos desafectos o indignados, y con la que el crédito de nuestros gobernantes se hunde a velocidad de vértigo. Pero el voto de los andaluces indica que aun entre miopías políticas hay clases.

Y es que la maniobra de Griñán, que le servía para ganar tiempo y alejarse lo más posible del hundimiento municipal y nacional de su partido, tenía dos ventajas: era legítima, porque le quedaba mandato, y además no le impedía proponer un programa, factible o no, acertado o no, pero que podía vender a los electores. En cambio, la pirueta que Rajoy le dejó a Arenas era endiablada. De una parte, no tiene pase, e incluso roza la ilegitimidad, que un Gobierno ungido con una aplastante mayoría absoluta aplace medidas que según él mismo eran impostergables, para no enturbiarse una elección regional. Y quien oculta sus cartas, o peor, da a entender que ha de ocultarlas, no tiene nada concreto que ofrecerle al elector y se pierde en vaguedades: el cambio, el rigor, la competencia, etcétera. Pobre Arenas, después de veinte años presentándose en vano al cargo.

Ya nunca se sabrá si el PP era lo que le convenía ahora a Andalucía. Lo que se deduce es que muchos andaluces, más de los que se creía Rajoy, han considerado que no es lo que a ellos más les conviene. Algunos, cabe imaginar quiénes son: todos esos empleados públicos cuyo puesto iba a ser amortizado. Uno puede aceptar una subida de impuestos, pero, ¿quién vota al que sabe que le va a enviar a la lista del INEM? Está claro que a los populares les ha sobrado optimismo. Cada voto cuenta.

Con lo del domingo, Rajoy se apunta su primera gran falta, ética y táctica, como gobernante. Porque ha demorado, para nada, esas medidas que según él mismo, y según Europa, y según la prima de riesgo, no podían esperar. El periodo de gracia se le ha terminado. Y en qué hora. El jueves, huelga general.