Arguiñano, tienes que venir

Les cuento un secreto. Dicen que las mejores tapas de la provincia las ponen en La Campana, en el barrio de Bonanza. Así reza un cartelito a la entrada del local, rubricado por Arguiñano. La frase es un reclamo publicitario: parece que el mediático chef no estuvo nunca allí, aunque es sobradamente conocida su afición por el pescado y el marisco sanluqueños. Pero si se pasa algún día, es más que probable que acabe suscribiéndola.

Hay lugares (restaurantes, bares, tascas, y hasta chinchales perdidos en medio de un descampado) que no tienen una estrella Michelín (o varias) porque el que las otorga nunca ha pasado por allí. Son muchos, seguramente, pero hoy traigo a colación La Campana porque he estado hace unos días y puedo dar fe de lo que se cuece en sus fogones. Chocos al pan frito tiernos como el agua. Marrajo guisado a la castellana, con sus champiñones y sus taquitos de jamón, un lujo para sibaritas. Una merluza al pimiento, con un toque picante, que pedía el aplauso. Un atún encebollado de concurso. Y unas cabrillas en salsa como para que se te caigan dos lagrimones. Por poner unos ejemplos de la carta, escrita a tiza en una pizarra, y más amplia que la de muchos restaurantes de varios tenedores. Por si fuera poco, los precios son más que razonables, el personal cordial y eficiente, y puede uno regalarse después con un paseo frente al Coto, que se dibuja limpio y seductor en la otra banda.

Así que, Arguiñano, no te queda otra que darte un paseo por estos lares, sentarte en la terraza de La Campana, probar una a una las tapas y dejar tu firma verdadera debajo del cartel. Y a ustedes, por supuesto, les invito a que hagan lo mismo. Me lo van a estar agradeciendo una semana por lo menos.