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¿Pesadilla antes y después de Navidad?

Esta noche será muy distinta según se esté o no en las listas del INEM. Pero hay quien insiste: «La esperanza es lo último que se pierde» El paro amargará las fiestas a miles de personas, pero algunas historias invitan al optimismo

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Quien tiene un empleo tiene un tesoro. Los lamentos cotidianos en el andamio, el tajo o la oficina, suenan a música celestial cuando la alternativa es la tristeza compartida de la cola del paro. Las rencillas habituales, las quejas y los recelos, el cemento en los pantalones, las manos comidas de grasa, el jefe insufrible, el frío por las mañanas, el dolor de espalda y las conspiraciones de pasillo se echan de menos bajo los fluorescentes pálidos del INEM, cuando todos los días son grises y todos los números son rojos.

Es cierto que la estrella de la Navidad nunca ha brillado igual para los ricos y para los pobres, pero la crisis ha reducido notablemente los matices intermedios. A la hora de sentarse esta noche a cenar, el ánimo se medirá en función de cuántos de los comensales militan en uno de los dos grandes colectivos en los que, hoy por hoy, se divide Cádiz, toda España y medio mundo: empleados y desempleados.

En dique seco

Por suerte, la frontera entre unos y otros, la delgada línea que distingue a los privilegiados de los preocupados, es permeable. Cuesta menos perder un trabajo que encontrarlo, pero, aun así, hay quien va a despedir este 2009 tan oscuro aferrándose a una nueva e inesperada nómina, y quien se conforma con que la divina providencia le conceda algo de calor y reposo.

David, Daniel y Amed, sólo tienen una cosa en común: los tres han padecido el cuadro sintomático del currante en dique seco. Saben lo que es la angustia y el insomnio. Conocen el peso de la responsabilidad que supone que una familia entera dependa de ti.

Sin embargo, aunque sus respectivas pesadillas antes de Navidad comenzaron con la misma impotencia y la misma rabia, dos de ellos ya pueden presumir de haber soportado el mal trago. Y tienen muchas cosas que decirle al tercero. Que no se rinda, por ejemplo. Que la actitud cuenta. Que no deje de moverse, de preguntar, de formarse. Que no olvide que, a pesar de que esta crisis es la última, no ha sido la primera. Y que, después de todo, la única manera de ganar es seguir jugando.