ESPAÑA

Rajoy proclama que está listo para gobernar «desde hoy mismo»

El presidente del Partido Popular exhibe una formación «unida y limpia» y ofrece un pacto contra la corrupción en los ayuntamientos

BARCELONA Actualizado: Guardar
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«Sólo existe una alternativa al Gobierno actual. Somos nosotros, estamos aquí», se jactó Mariano Rajoy ayer ante la Convención Nacional del PP en un vibrante discurso con el que conmovió a su audiencia que le jaleó y aplaudió con pasión en muchas ocasiones y a la que incluso logró poner en pie varias veces. Con una arenga inusualmente contundente, el líder de los populares se mostró seguro de su autoridad, supo cautivar a los suyos con mensajes en clave interna de unidad y rechazó la corrupción. Pero además y, sobre todo, intentó demostrar a los ciudadanos que tiene soluciones eficaces para los problemas que les afectan y está listo para tomar las riendas del país en cualquier momento.

«Estamos en condiciones de gobernar este país ahora mismo, si los españoles así lo decidieran», dijo Rajoy casi desde el principio de su intervención, para la que se reservó un texto de elaboración propia, escrito de su puño y letra. «Tenemos ideas, propuestas y equipos», añadió para demostrar que los populares «no somos una hipótesis de futuro sino una realidad presente». «Somos la única alternativa», apuntó, y recordó que es la opción que «hoy ya prefieren claramente la mayoría de nuestros conciudadanos».

El líder del partido se comportó como si las elecciones se fueran a celebrar mañana y presentó un proyecto que calificó «de progreso» y «regeneracionista», con vocación mayoritaria y sin tentaciones sectarias, alejado del radicalismo y asentado en la sensatez. Habrá de ser para toda la sociedad y no para unos pocos, independiente y no mediatizado por determinados grupos.

Se remontó al año 1996 para demostrar que el PP de hoy es, en definitiva, heredero de aquel que ganó las elecciones y aplicó unas recetas económicas con las que ahora también se propone lograr la superación de la crisis. De hecho, en muchas ocasiones, el discurso sonó a plagio de los que en su día pronunciara José María Aznar en los prolegómenos de su llegada al poder.

«El nuestro no es un proyecto para unos pocos entusiastas sino que aspira a representar al más amplio conjunto de las clases medias y trabajadoras de España», explicó, y anunció que el peculiar debate con expertos sin filiación popular que se ensayó en esta convención de Barcelona tendrá continuidad en foros y seminarios abiertos que se celebrarán periódicamente hasta dejar definitivamente diseñado su programa electoral.

Rajoy concentró los compromiso básicos que inspirarán sus planes de gobierno en lo que denominó «agenda del futuro de España», aderezada con promesas de «esperanza» y compromisos de devolución de «la ilusión» al ciudadano que sufre las consecuencias de un Gobierno «agotado, sin ideas, credibilidad y proyectos».

Goteo de desertores

Ni un solo invitado abandonó el auditorio del Palau de Congresos de Catalunya ayer, como ha sido habitual en la clausura de eventos anteriores desde que, en el Congreso de 2004, la intervención del líder resultó tan prolongada e insulsa que el goteo de desertores llegó a ser escandaloso. Claro que en aquella ocasión y en otras posteriores, como en la última Convención Nacional, celebrada en 2006, Aznar le robó todo el protagonismo marcando las pautas. La organización de la cita de Barcelona no incluyó al presidente de honor entre los oradores y, al ser invitado como simple militante, Aznar declinó la asistencia.

Más notorias fueron las ausencias de los presidentes de Madrid y Valencia, Esperanza Aguirre y Francisco Camps, que dieron por cumplida su misión al haber visitado la convención en jornadas anteriores. La presidenta madrileña alegó asuntos familiares para regresar a Madrid antes de la clausura, y el de Valencia, el compromiso de asistir al primer acto de Fernando Alonso como nuevo piloto de Ferrari. Por estas u otras razones, ambos quedaron fuera del equipo que ayer estuvo con Rajoy en el Palau, en una cita que puede marcar un punto de inflexión en su trayectoria como máximo dirigente del PP. Tras haber dejado claro que no se irá de ninguna de las maneras -como dijo a los jóvenes de Nuevas Generaciones el sábado-, reclamó a los suyos que si quieren gobernar y hacer realidad el proyecto político que representan tendrán que mantener al PP como «un partido unido y limpio» de corrupción, de ámbito nacional y sin veleidades localistas.

Como nunca antes había hecho, se pronunció sin rodeos en contra de los corruptos y declaró que «la limpieza en la vida pública es una exigencia moral». Recordó que la actividad política es voluntaria pero quien la abraza debe mantener una actitud «ejemplar». En su opinión, ese compromiso de ejemplaridad en sus filas es «inexcusable». «Traicionarlo -advirtió- supone traicionar la confianza que han depositado en nosotros los ciudadanos y la de nuestros propios compañeros, a los que se hace mucho daño». Era evidente que les tocó la fibra sensible porque el auditorio se venía abajo, los de Nuevas Generaciones coreaban consignas, los más maduros asentían con la cabeza y desde la primera a la última fila todos aplaudían a rabiar.

Aprovechó el buen ambiente e insistió en la misma idea, declaró que la política es una actividad noble y reivindicó «la actuación de miles de servidores públicos, de uno u otro partido, que he conocido a lo largo de mi vida». «Ellos me han dado ejemplo de abnegación, trabajo y sacrificio y es mi obligación reconocerlo», añadió. «No todos somos iguales».

Los gritos «¡Oa, oa, oa, Mariano a La Moncloa!» retumbaban en el recinto mientras los cargos locales, provinciales, autonómicos y nacionales agradecían el gesto de su jefe de filas después de tantas semanas de zozobra y preocupación por la indefinición de la respuesta del partido a los coletazos del caso Gürtel.

Con similar entusiasmo recibieron la noticia de que el nuevo Código de Conducta elevará el nivel de exigencia entre los dirigentes, así como la oferta de un pacto de Estado por la transparencia y contra la corrupción que formulará la Intermunicipal Popular el próximo fin de semana en Sevilla.