Personal de seguridad de Pakistán investigan en los alrededores de la fábrica de munición donde se ha producido el atentado./ AFP
los talibanes reivindican el ataque

Un nuevo atentado suicida deja al menos 64 muertos en la mayor fábrica de armamento paquistaní

El incremento de la violencia coincide con una situación de atolladero político, con los dos partidos del gobierno incapaces de llegar a un acuerdo para resolver la crisis judicial y la sucesión de Pervez Musharraf

ISLAMABAD Actualizado: Guardar
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Pakistán ha vuelto a ser el blanco de los talibanes que en un doble atentado suicida ha dejado al menos 64 muertos y 80 heridos. Este ataque, el más sangriento en lo que va de año, tenía como objetivo la principal fábrica de armamento paquistaní, ubicada cerca de Islamabad. El ataque se ha producido a las puertas del polígono industrial que alberga el cuartel de Wah, a las afueras de la ciudad histórica de Taxila, a unos 30 kilómetros de la capital, según una fuente policial citada por la cadena privada Dawn TV. Una fuente hospitalaria ha asegurado que el número de muertos asciende a 70 y el de heridos a 80, según el canal Geo TV.

Los suicidas han hecho estallar las cargas explosivas que portaban de forma consecutiva en dos de las puertas de acceso al complejo. Gran parte del personal de la instalación, que fabrica armas y municiones y en la que trabajan unas 40.000 personas, estaba abandonando el recinto cuando se han registrado las explosiones. Un policía ha informado a Geo de que "Aparentemente, dos hombres hicieron estallar los explosivos fuera de la fábrica durante un cambio de turno".

Seguridad en medio del caos político

Otra fuente de las fuerzas de seguridad ha señalado que en los alrededores se encontraron varias chaquetas listas para ser empleadas en atentados suicidas y un buen número de explosivos. "La fábrica de Wah dispone de un férreo dispositivo de seguridad para controlar quién accede y abandona el recinto, pero cualquier persona puede aproximarse sin problemas a alguna de las numerosas puertas", según una fuente militar.

Las fuerzas de seguridad acordonaron la zona tras el atentado y los servicios de rescate trasladaron a los heridos a hospitales cercanos de Taxila y Rawalpindi, mientras que el Ministerio de Interior ha declarado el estado de "alerta máxima" en todo el país. El primer ministro, Yusuf Razá Guilani, y el presidente interino, Mohamadmian Sumro, así como otros líderes políticos, han condenado el ataque y han prometido justicia.

Este es el peor atentado que sufre Pakistán en lo que va de año y el cuarto en los últimos diez días, que en total se han cobrado la vida de un centenar de personas en ciudades como Peshawar y Tank en el noroeste y Lahore en el este. El incremento de la violencia coincide con una situación de atolladero político, con las dos fuerzas mayoritarias de la coalición gubernamental incapaces de llegar a un acuerdo para resolver la crisis judicial y la sucesión de Pervez Musharraf, quien dimitió como presidente el pasado lunes.

Los talibanes reivindican el atentado

El movimiento Tehrik-e-Taliban Pakistan (TTP), que aglutina a los grupos talibanes paquistaníes, ha reivindicado la autoría del ataque a través de su portavoz, el clérigo Omar, citado por Dawn TV. El TTP ya había amenazado con más ataques mientras continúe la operación del Ejército contra los insurgentes en la demarcación tribal de Bajaur, en la frontera con Afganistán, donde han fallecido más de 600 personas en combates, la mayoría integristas.

El Gobierno paquistaní, formado a finales de marzo, dio un giro a la política antiterrorista del ex presidente Pervez Musharraf y optó por iniciar negociaciones de paz con grupos insurgentes de la zona fronteriza. Aunque llegaron a firmarse algunos acuerdos de paz, con la mediación de consejos tribales, la violencia ha rebrotado en las últimas semanas, en las que el Ejército ha lanzado operaciones en cuatro zonas dominadas por grupos insurgentes.

En un seminario antiterrorista, Guilani ha admitido la necesidad de plantar batalla a los extremistas: "La guerra contra el terror no se puede ganar a la defensiva. Tenemos que lleva la batalla a las puertas de los extremistas". "No nos ataca un Ejército extranjero o conocido. Nuestro enemigo merodea en silencio dentro de nuestra sociedad. Esta es nuestra propia guerra".

El primer ministro, cuyo discurso ha dado a entender que el Gobierno abandona definitivamente la vía del diálogo con los talibanes locales, ha apostado por "sacar de su escondite al terrorista sin rostro, obstruir sus planes y hacer frente a las peores amenazas antes de que emerjan".