Desapariciones impunes

a impotencia de las Fuerzas de Seguridad del Estado para aclarar las periódicas desapariciones de niños que se han registrado en los últimos meses han generado un fuerte desasosiego y cierta alarma social en una opinión pública que acaba de asistir, con desánimo, a la aparición del cuerpo sin vida de la niña Mari Luz cuando se cumple ya un año de la desaparición de Yeremi Vargas. Para las familias y allegados de estos pequeños de los que repentinamente se pierde todo rastro, sólo el apoyo incondicional, la solidaridad y el respaldo de sus convecinos pueden ayudarles a sobrellevar su desconsuelo. Pero la impotencia no puede desembocar, en ningún caso, en un desistimiento ni en las imprescindibles labores de búsqueda, ni el perfeccionamiento de los instrumentos policiales y judiciales para prevenir y combatir hechos delictivos tan graves y dolorosos.