Tribuna

Mangas verdes

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Decía Carl Jung que el que mira hacia fuera sueña y el que mira hacia dentro despierta, y no me negará que tenía toda la razón del mundo. Porque cada vez que miramos hacia fuera, cada vez que salimos de estas cuatro paredes en las que nos hemos acostumbrado a hibernar, se nos abren las entendederas de una manera, digamos, preocupante. Alguien dijo que los localismos se curaban viajando, aunque fuese viajando a San Fernando o a la vuelta de la esquina. No hay nada peor que mirar hacia dentro y aunque es cierto lo de Jung, lo terrible es que ese despertar nos sitúa muchas veces en el filo mismo de nuestro abismo. Así que lo mejor es mirar hacia fuera, para no despertar y darnos de bruces con lo que tenemos dentro. Ea! Pues dicha esta pretenciosa parrafada -podría haber sido peor, me podría haber dado por decirles lo que me parece Mónica Oriol y su política de contratación- le contaré una cosa.

A mí con el mundo oriental me pasa lo mismo que con los documentales de La 2, que los considero interesantes y refinados y respetuosos y cultos y todo lo demás, pero me aburren una barbaridad. No sabe usted cómo. Ya sé que la miel no está hecha para la boca del burro y muy posiblemente comparto más con los burros que con los habitantes del país del sol naciente, qué le voy a hacer. Será que me faltan perspectiva y visión de futuro. O será que estoy mirando tan adentro que no he terminado de despertar y en el sueño de la razón se me aparecen, más que monstruos, mamarrachos. Lo cierto -y para aligerar- es que nunca he terminado de entender el interés desmedido por el mundo manga que genera cosas como el Festival Manga de Cádiz, también conocido como Femanca. Como tampoco he logrado entender que, con motivo del encuentro de jefes de Gobierno de España y Japón en 2010, ambos países acordaran realizar un año de España en Japón y viceversa por mucho aniversario de la Embajada Keicho que quisieran celebrar. En fin. Dos años llevamos celebrando esto, no se crea. Que hasta la AC/E ha liderado diversos proyectos para acercarnos al país de la flor de loto «con el fin de impulsar el entendimiento mutuo entre ambos países». Mire usted que bien. Y nosotros, mientras, preocupados por la crisis, la corrupción, las tarjetas de Caja Madrid y todas esas bagatelas. Lo de Jung, ya le digo, mirando siempre hacia dentro.

Por eso he decidido prestar muchísima atención a lo del Femanca, festival salido del mismo horno en el que se quemó el Salón Manga de Cádiz, que llegó a convocar a cerca de 30.000 visitantes en sus últimas ediciones. No, no es para tomarlo a broma. Que se ve que lo del otaku tiene su miga. Y que no es lo que parece. O eso dicen. El Femanca ha vuelto a su lugar de origen, el Baluarte de la Candelaria, pero con la firme decisión de marcharse en cuanto pueda a los cincuenta mil metros cuadrados de los depósitos de Tabacalera -sí, hombre, los que usted mismo vio hace un mes cuando nos enseñaron «cómo se va adaptando este equipamiento a las necesidades de la ciudad», ¿se acuerda?- ya que el interés por el mundo nipón de los gaditanos va en aumento.

El programa, a simple vista, no tiene desperdicio, la verdad. Porque puestos a sumergirse en la cultura japonesa hay que tener en cuenta que no todo el mundo está preparado para la sutileza que supone hacer un curso de cómo ponerse el kimono «para chico y chica y hacerte fotos» ni tampoco para presentarse al concurso de oratoria japonesa, cuyas bases me han dejado totalmente traspuesta. Por ejemplo, para presentarse al concurso de oratoria japonés es necesario «no ser japonés», lo cual está muy bien sobre todo en un sitio como Cádiz, donde de toda la vida el japonés es igual que el chino y el chino lo entendemos estupendamente. Además, los participantes deberán hablar durante tres minutos de un tema relacionado con Japón y se valorará la rapidez, la fluidez y la claridad -eso ya es difícil de conseguir en español, así que imagínese-. Hay, además, talleres de arte floral -abstenerse cofrades con ínfulas- de caligrafía japonesa, de origami, monólogos otakus, exposiciones de bonsáis, gastronomía nipona y un amplio programa de conferencias -novedad este año- que culminan con la interesantísima mesa redonda 'A ti, ¿Por qué te gusta el manga?'

No me dirá que no es para ir ahora mismo, aunque sea sin disfrazarse de Pokemon y sin tener la más remota idea de que lo que es el Go ni de lo que es el Manga.

Claro que un programa así le sale baratísimo al Ayuntamiento. Tres días para entretener al personal y siete asociaciones projaponesas trabajando sin descanso. Que tiene que haber gente para todo. Gente mirando hacia fuera y con espíritu de bambú, como el que propone la Asociación Cultural Japonesa Isshin «tener espíritu de bambú, implica saber adaptarse a las circunstancias, doblarse con el viento y cuando se agacha por el peso de la nieve, esperar pacientemente a que la nieve se derrita para levantarse de nuevo». Total, que no íbamos muy descaminados, que al final resulta que lo de Japón es lo que venimos haciendo en Cádiz, de toda la vida. Aguantarse y esperar a que pase el temporal

A buena horas, mangas verdes.